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Reconociendo nuestros errores en familia

Por: Carlos A. Navarro E. | Colaborador

El error no está en equivocarse y actuar diferente al conservatismo de la gran mayoría, en creer en que sea correcto lo que no lo es, sino en perpetuar el carácter imparcial, intolerante, pretencioso de una de las partes, cuya actitud soberbia, insensata, rencorista, yoista y de impaz, entorpece el trabajo creador, voluntad y transformación para el cambio, inspirado, casualmente en los hechos errados, y por el bienestar común de la colectividad familiar, la conservación de la integridad matrimonial, y más aún, para formar y educar a los menores, con ejemplo: "Palabras hechas obras", en aras de la unidad familiar.

Porque del error se aprende, siempre y cuando se reconozcan en honor a la verdad, honestidad, al respecto del derecho ajeno, con tolerancia y humildad, principios, dones y valores, garantes y fiadores de la convivencia pacífica en toda sociedad, conglomerado o familia.

La paz es la condición normal del hombre, la paz es el deseo secreto de los corazones, deseo de transformación y cambio para bienestar de todos en la familia, no sólo por el bienestar o deseo amoroso de uno de sus miembros. De allí que en armonía familiar, sus miembros, para mantener la paz, deben necesariamente que pensar, sentir y actuar igual, en beneficio de todos los miembros del núcleo familiar; ello es el condimento, la siembra, la cosecha y el resultado de la paz. El derecho de la paternidad y maternidad responsable, es un derecho inalienable, intransferible, inembargable, y nunca puede estar por encima de los sentimientos de atracción y placeres amorosos entre hombres y mujeres. Porque, así como los padres tienen derecho a ver a sus hijos, y a inentendibles regímenes de visitas, similares a las visitas a que tienen derecho los familiares de las personas privadas de libertad en los sistemas carcelarios, los menores también tienen derecho a ver a sus padres.



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