ENFERMEDAD QUE ROBA LA SONRISA A HERRERANOS
El bocio
Angel Santos Barrios
Azuero - EPASA
Las provincias de Herrera
y Los Santos, específicamente los distritos de Las Minas y Los Pozos,
registran una alta incidencia de bocio, según informe presentado
por el Ministerio de Salud y la UNICEF.
Los estudios revelan que en esas comunidades se detecta un porcentaje
elevado de bocio debido a una dieta deficiente de sal con yodo.
En 1990, la prevalencia de bocio a nivel de otras provincias registraba
un 13.2%; en Azuero la cifra se elevó a 23.2% y en Herrera existía
el porcentaje más alto del país con 45.7%.
Estas cifras no han disminuido en nada hoy día, muy por el contrario,
se han elevado, declaró la enfermera jefa del centro de salud de
Los Pozos, Licda. Aris Magalis Peralta.
En las comunidades de la campiña herrerana no hay que caminar
mucho para encontrar evidencias del informe estadístico sobre el
bocio. En cualquier rancho hay niños con bocio, incluso jovencitas
embarazadas.
Los síntomas que registran personas con bocio son: retardo mental
severo e irreversible, estatura reducida, sordera, microcefalia y problemas
en su desarrollo neurosicológico.
La alimentación de estos habitantes está basada en arroz,
frijoles, plátanos, yuca, casi todos preparados con sal cruda, o
sea, sin yodo.
La Licda. Peralta mencionó además, que existe una Ley que
indica que hasta la sal cruda debe ser yodada, ya que es consumida por el
ganado y este animal es parte de la alimentación de los humanos.
Existe una manera de verificar si la sal tiene yodo: se vierte sal blanca
en una servilleta blanca o en un pañuelo blanco, se le aplica tres
gotitas de limón. Si la sal cambia a un color morado, es porque sí
está yodada.
Un ejemplo de cómo esta enfermedad afecta la vida es el señor
Donato Cedeño Gallardo, quien señaló: "Yo me siento
mal, porque me da pena salir, ya no salgo por pena. Todos me miran, parece
que estuviera en una fiesta de toros", refiriéndose a la enorme
pelota que se observa bajo su garganta.
Donato Cedeño Gallardo es un señor de 50 años de
edad, reside en un caserío del Guarumal en Ocú. Hoy, dice
con nostalgia que fue un buen "mozo" con muchas mujeres que lo
admiraban, ahora le da vergüenza salir a las calles.
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