La regla número uno de la clase corporativa debe enfocarse siempre en respetar las reglas de etiqueta en todo momento. Dicen los expertos en estas cosas que en las oficinas privadas -que son frecuentadas a diario por personal ajeno (artistas, abogados, Pablo Pueblo y demás)- los miembros del equipo deben hacer sentir al visitante que entró a una oficina seria, no a un restaurante o a una cantina.
Cuando alguien busca un lugar para atender a quien tiene algo que decir a la ciudadanía, lo primero que hace es dirigirse al salón de reunión, pero cuando nota que el espacio es usado como una mesa de un restaurante, le dan ganas de llorar y se pregunta: �Acaso no saben estas personas que están proyectando una mala imagen de todos?
Una sala de reunión, aunque sea improvisada, debe usarse para ese fin, no para comer o jugar barajas.
Dónde está la pizca de cultura corporativa de estas personas que gritan como hombres de las cavernas "A mi que no me digan nada. Yo hago lo que me da la gana, además no tengo dónde cómer. �Qué quiere que haga...?"
Aunque tengan razón, su respuesta a toda boca y con los ojos torcidos nos confirma la carencia de valores educativos, mismos que deberían proyectar en una oficina que trata asuntos serios y con veracidad.
Seguro usted dirá, otra vez la tiene contra mi. Esta es la tercera vez que escribe algo en mi contra. Tal vez sea cierto, pero cuando en la tormenta de ideas del redactor de esta columna no hay relámpagos, usted le regala ideas que salen con facilidad sólo con su actuar. Nuestro consejo es que asuma una actitud rectilínea y siempre horizontal, pues su figura física proyecta eso, pero no plenamente.
Compañera (o), por favor, al comer vaya a la cafetería de la empresa o al puestito de la esquina donde no hay máquinas. Así estará más en privado y hasta podrá hacer una mejor digestión.