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  OPINIÓN

CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, soy un pesimista

Redacción | Crítica en Línea

El pesimismo es tan difícil de demostrar como el optimismo: es tan imposible fundar una moral sólida y objetiva sobre un sistema como sobre el otro.

El pesimismo tiene por principio la posibilidad de una comparación científica entre las penas y los placeres, comparación en la que aquéllas inclinarían de su lado la balanza.

En suma, el pesimismo se explica en parte por leyes psicológicas que hacen que los placeres pasados, en los que uno se ha saciado, resulten mezquinos ante las penas soportadas. Pero, por otra parte, hay otras leyes psicológicas, de acuerdo a las que los placeres futuros aparecen siempre como teniendo un valor superior a las penas que se soportaran para alcanzarlos. Esas dos leyes se equilibran: esto explica el hecho de que, en general, la humanidad no es absolutamente pesimista, y de que, los más convencidos pesimistas, sólo muy raramente se dan muerte.

La moral pesimista descansa, pues, no en un razonamiento científico, sino en una pura apreciación individual, en la que pueden entrar muchos errores como elementos. Perpetuamente cambiamos penas por placeres, placeres por penas; pero, en este cambio, la única regla de valor es la oferta y la demanda, y raramente se puede decir a priori que tales dolores superan a tales placeres. No hay dolores que el hombre no se exponga a soportar, para tener la probabilidad de gozar ciertos placeres, los del amor, de la fortuna, de la gloria, etc. No se deja de encontrar hombres dispuestos a sufrir, dispuestos a pensar, aun sin estar obligados por las necesidades de la vida. Se puede concluir de ello, que el sufrimiento no es el mal más temible para el hombre, que la inacción es, a menudo, peor todavía, que hay más de un placer particular derivado del sufrimiento vencido y, en general, de toda energía desplegada.



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