REFLEXIONES
“Un puesto para Taiwán en la ONU”

Carlos Christian Sánchez
Nueva York, la Gran Manzana. Aparte de Ginebra, pocos sitios del mundo poseen tal concentración de enviados diplomáticos como los encuentran, en esta urbe de Norteamérica. Todo se debe a que la Sede Principal de las Naciones Unidas (ONU) se encuentra allí. Ese es el símbolo de la concordia mundial y el foro de opiniones entre los países; lo más que se parece a un Parlamento Global. Pero la gran ciudad es testigo de una grave discriminación, en lo que se refiere al Derecho Internacional. Desde mediados de 1971, una nación ha sido “excluida”, en su participación dentro de este prestigioso centro de la política diplomática. Un país que es considerado, todavía, el Milagro Económico del Asia. Un Estado Democrático, habitado por 22 millones de personas. Ese lugar es la República de China en Taiwan. Insólitamente, por las cuestiones especiales de la diplomacia norteamericana, dirigida en esos momentos por Henry Kissinger y el desafortunado presidente estadounidense Richard Nixon, Washington decidió cambiar su postura de respaldo formal hacia la República China Nacionalista, para lograr un acercamiento estratégico con la China Comunista de Mao Tse Tung. Corría el año de 1966, Vietnam era un hervidero en la Indochina. Pero Occidente se percató que los soldados maoístas chinos eran un estorbo para la Unión Soviética, y muchos creían en un posible conflicto bélico sino-ruso en el Lejano Oriente. Así nace la idea de buscar una alianza de Estados Unidos con el Dragón Pekinés. Desvirtuando las palabras de MacArthur, Truman y Eisenhower, sobre el apoyo norteamericano a la entonces China Nacionalista, Washington decidió por medio de la presión de su política exterior, motivar la salida de Taipei de su puesto como miembro de la ONU. Fue en ese instante (1971), cuando Taiwan inicia un largo camino para acceder hacia ese derecho perdido. El pueblo chino no es el único grupo humano que ha estado separado, por meras cuestiones ideológicas. La historia universal nos demuestra que países claves en el desarrollo cultural de nuestra civilización, han sufrido divisiones por causa de la guerra y el enfrentamiento político. La Guerra Fría causó la partición de Alemania, en dos Estados separados, nacidos en 1949. En 1948, aparecen dos Estados en la Península Coreana. Luego en 1954, Francia abandona Siam y deja dividido el Vietnam, en dos naciones opuestas políticamente. Como veremos, las Naciones Unidas permitieron la conformación de “puestos paralelos” para las delegaciones diplomáticas de algunas naciones, diferenciadas con una contraparte política de supuesta identidad soberana. Así, en 1973 se permite la entrada de dos Estados alemanes en la Asamblea General de la ONU. Igualmente, dos representaciones diplomáticas de Corea y Vietnam, llegan a Nueva York. Los entendidos de la materia internacional consideraron “adecuada”, la entrada de delegaciones paralelas de esos pueblos, puesto que así se permitía un “acercamiento” entre los hermanos separados. Los frutos de esa maniobra diplomática los vimos al finalizar la Guerra Fría en 1990: Alemania se reunificó sin problemas. Las dos Corea hoy mantienen nexos e interlocutores, mientras que el país arábigo de Yemen, se unificó antes de 1995. Lo interesante de todo esto, es que ya hay precedentes que se pueden aplicar para lograr una distensión política entre Pekín y Taipei. Pero primero, la Comunidad Internacional debe comprender la necesidad de permitir la entrada de la República de China, al foro de las Naciones Unidas. Aunque no lo crean, a pesar de la enemistad de los comunistas chinos a Taiwan, la isla del Pacífico Asiático es un tercer socio comercial del Dragón Rojo, teniendo un 11.9% de intercambio económico, después de Estados Unidos y el Japón. Incluso, días posteriores al terremoto de septiembre en Taiwan, hubo señales evidentes de preocupación y hermandad entre ambos lados del Estrecho de Formosa. ¿Será acaso la primera señal para permitir un acercamiento entre las dos China? El tiempo dirá la respuesta.
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