Bajo el cielo sagrado del histórico pueblo de Portobelo, hace 53 años nació doña Cristina Aranda de Saladino, mujer sencilla, amante de la tranquilidad, quien cree que el cariño es el mejor "método" para formar hombres de paz.
Guiada por esta “filosofía” educó a sus tres hijos, Abdul, David e Irving, este último, rey indiscutible del salto de longitud.
“Amo a mis tres hijos por igual; creo que no pueden tener queja de mí. Yo nunca he creído en el maltrato como una forma de corregir a los niños”, manifestó la madre del saltador.
Maestra de profesión, doña Cristina tuvo que sortear muchos obstáculos en la vida. Obstáculos que ha logrado superar “gracias a Dios”, dice. Pues para superar los problemas no hay mejor combustible para seguir adelante que el amor propio y familiar.
“Yo nací en el seno de una familia humilde. Mi madre me tuvo en la casa, en el mismo pueblo (de Portobelo). Una partera la ayudó a traerme al mundo”, contó como si se tratara de una novela.
En Portobelo, entre historias de saqueos, piratas, milagros y fantasías, vivió la mamá de Saladino, hasta que en 1978 conoció a don David, con quien eligió vivir por el resto de su vida.
Cada vez que a Saladino se le pregunta sobre lo que para él significa su madre, se le enreda la lengua, buscando tal vez, las palabras exactas con las cuales dar a conocer sus sentimientos, aunque muy adentro, en el fondo, sabe que quizás, no se hayan inventado las palabras con las cuales describir aquel cariño indescriptible hacia aquella mujer que sufre con cada uno de sus saltos...
"Siempre llevo a mi madre por inspiración", destacó "El Canguro".
¡Feliz Día de la Madre!