Solo van quedando los recuerdos de aquellos pioneros de nuestra pelota. Y como siempre: que grande fueron los que se van. Pocas veces se reconoce el valor de las personas en vida.
Cuando mi compadre Eric me informó de la muerte de Heron, recordé con nostalgia muchas anécdotas de ese gran hijo de Bocas del Toro.
De todos los pasajes nunca olvidaré una madrugada en Chitré, después de la cobertura. Allí frente al parque estaban conversando dos históricos de la pelota nacional: "Chico" Salmon y "Chico" Heron. Fue la oportunidad de hablar con la historia misma.
Ambos coincidían en afirmar que antes era más difícil enrolarse en los equipos de Grandes Ligas. Transcurría la década del sesenta y por aquellos tiempos aún quedaban resabios de la discriminación racial.
"En esta época tú fueras jugador de grandes ligas", dijo Salmon. Lo manifestó porque Heron nunca jugó en el "Big Show". "Si tú no bateabas sobre los .290, te mandaban para tu casa. Agregó el pintoresco personaje.
"Además no había tantos scouts y hoy se chocan en los estadios, hay más equipos en las Grandes Ligas. Más empleos pero menos calidad de peloteros", afirmó aquella madrugada el también director de la selección nacional Carlos Heron.
Salmon nos contó de su debut en las Grandes Ligas. "Al llegar al estadio, fui a saludar a Héctor López. Yo le dije que debutaba ese mismo día. Él preguntó si sabía quién lanzaba, yo le dije que no. Héctor me dijo: Vas duro. Hoy lanza Whithey Ford. Yo le pregunté, ¿y quién es ese? Héctor dijo: es el mejor de las Grandes Ligas.
Entre risas de estos fenómenos del béisbol, nosotros viajamos por el tiempo a esa época dorada del béisbol nacional. Hablar nada menos que con dos grandes de la pelota nacional y de Latinoamérica nos llenaba de satisfacción.
Esa noche me habló de Eric Espino, "Negro" Marín, Crispín Poveda y muchos más. Recordaré por siempre ese coloquio. Ambos se nos han adelantado en el viaje eterno. Seguramente su amigo del alma Rudford Salmon le guardaba un puesto en esa novena de los inmortales.
Nosotros en cambio, lo veremos permanente en la tercera base del vetusto estadio Juan Demóstenes Arosemena. En ese parque de pelota dejó escrito su nombre con letras doradas como beisbolista, como director y después como buscador de talentos. Hasta siempre, Chico. Que Dios te guarde en su seno.