Muchachos y muchachas, el termómetro que mide la presencia de Jesús en el hogar es la intensidad de paz que exista. Jesús no está donde hay peleas, pugnas, encontronazos, rivalidades, gritos, maltrato y otros tipos de violencia.
En cambio, la presencia de Jesús, el Señor, trae paz, reconciliación, armonía, dominio de si mismo, control emociona] y amor. Lo contrarío de la violencia es la paz; de la soberbia, la humildad; del orgullo, el reconocimiento que uno es sólo creación de Dios, no un dios. Dios tiene que entrar y habitar en sus hogares, porque Jesucristo es la paz y vino a romper los muros que nos dividen. Busquemos la paz en nuestros hogares para que Jesús este siempre presente.
En la familia se dan muchas discusiones y peleas estériles y absurdas por las cosas mas triviales. La gente se resiente mucho por estas peleas, insultos, conflictos, rivalidades continuas y maltratos y las heridas después cuestan cerrar. Este cáncer tan tremendo de odios y resentimientos absurdos, provocados por el pecado de soberbia, causan mucho sufrimiento. Además, en muchos hogares se ve de manera indiscriminada cualquier tipo de programa de televisión en el que predomina la violencia, así como ejemplos de orgullo y soberbia. No es de extrañar, entonces, que se utilicen las armas de la pelea, el grito y la malcriadez, para imponer la razón sobre los demás.
Joven, ¿como está tu alma, tu familia? ¿Vives contigo mismo y con tu gente en paz o lo contrarío, en la violencia? La violencia, maltrato, gritos y divisiones en los hogares son muros que separan a la familia. Pero Cristo es la paz, el camino, la verdad y la vida.
También es importante el dialogo y la comunicación, porque es lindo cuando la familia asiste unida a misa, sale junta a pasear y tiene juegos en común en casa. Tienen una obligación moral haciendo todo lo que puedan para que el Señor reine en la casa.
Muchachos y muchachas, ¡quién como Dios, quien mas grande que el Señor! Aparta de ti el pecado de la soberbia que descontrola tu ser, causa que tus instintos estén por encima de la razón y que las emociones te dañen, apareciendo sentimientos de crueldad engendrados por el odio. Conviértete en un muchacho o muchacha de paz, no cierres nunca tu puño para agredir ni levantes la voz para insultar. Vive en Cristo que es el Dios Hombre de la paz y con El serás... ¡INVENCIBLE!