Los errores cometidos por quienes se encuentran privados de libertad son, en muchas ocasiones, causados por la falta de una adecuada orientación familiar y de una educación básica escolar que los convierta en hombres de bien.
En la Cárcel Pública de La Chorrera, la oportunidad de retomar esta esperanza surgió con la instalación de una escuela en la que reclusos, que nunca pudieron acudir a un salón de clases, pudieran aprender hoy sus primeras letras.
Inspirada en el poder de Dios y con el firme deseo de ayudar a los demás, Mitzila Rodríguez, una pastora cristiana del distrito de San Miguelito, emprendió a partir desde marzo, la tarea de brindar parte de su tiempo a los reclusos del sector oeste de la provincia de Panamá.
Luego de recibir una revelación divina tras un accidente que la dejó por mucho tiempo postrada en una cama, asumió el compromiso de servir como maestra y asesora espiritual de grupos y personas que atraviesan diversos tipos de problemas.
El destino y el llamado del Creador hicieron que la pastora llegara hasta este distrito y se enterara de la situación que atravesaban muchos privados de libertad, por lo que de inmediato se puso a la disposición de los directivos de la Cárcel Pública para ayudar a cambiar esta realidad.
Un representativo porcentaje de presos que no contaban con su diploma de sexto grado fue detectado en el estudio que realizó mediante la aplicación de pruebas básicas de lectura y escritura.
La investigación arrojó que 32 reclusos contaban con conocimientos básicos de la educación primaria y asimismo los fue ubicando en los niveles de tercero, cuarto y quinto grado para darle continuidad a su educación. Otro grupo de 12 fue evaluado con un aprendizaje nulo del idioma.
Para la pastora Rodríguez, la delincuencia es un flagelo que aparece por problemas como la violencia en el hogar y la poca importancia que muchas familias le dan a la educación, por lo cual no podía quedarse cruzada de brazos ante lo que denominó ·"una injusticia". "Para mí todas las personas son iguales, no importa que hayan cometido algún error y no se le puede negar a nadie este derecho", dijo emocionada.
En medio de la clase, el recluso Eliseo Rodríguez manifestó que jamás pensó conocer a Dios a través de la Biblia, ni salir de la prisión con la capacidad de saber leer. "Ahora conozco que es importante saber escribir, y la maestra me ha enseñado que nada es imposible de lograr.
Al formar parte de una fundación llamada "La Roca", logró obtener los libros denominados Nueva Educación para Jóvenes y Adultos, con los cuales imparte sus clases por lo menos tres veces a la semana.
Los textos donados por el Ministerio El Alfalid son reconocidos por el Ministerio de Educación (MEDUCA) y alrededor de 200 balboas se invierten en cada uno de los estudiantes.
INTEGRACION
Mitzila Rodríguez implementa, entre estas personas, jornadas de integración para que los recluidos en las diferentes celdas puedan conocer el valor humano de cada uno de sus compañeros.
Wladimir Barrera, otro de los privados de libertad, manifestó que con este aprendizaje les mostrarán a las personas que los rechazan, que ellos tienen un valor y conocimientos para aportar y que pueden demostrar ser personas de un buen corazón con las enseñanzas que han recibido
En 1978, Mitzila Rodríguez se convirtió en la primera mujer graduada de chapistería en el país, por lo que su sueño más grande es el de poder enseñarles sus conocimientos a los reclusos de Panamá Oeste.
"Sí me gustaría que las autoridades implementaran un taller aquí para que los reclusos aprendan una profesión que les sirva para cuando vuelvan a reintegrarse a la sociedad", indicó.
Sin perder la fe en que las autoridades cristalicen el sueño de apoyar a los reclusos, la pastora Rodríguez se prepara para graduarse en diciembre. Ya cuenta con un censo de 46 reclusos que se encuentran listos para iniciar sus clases en enero.