MENSAJE A LA CONCIENCIA
No somos
escombros tirados en la calle

Hermano Pablo
Cheila Rayan
levantó bien alto su cartel. Sentía una especie
de profundo orgullo al hacerlo. Echó una mirada a sus
compañeras. Todas sentían lo mismo que ella y estaban
dispuestas a hacer lo que ella hacía. Sentían la
unidad de la lucha común.
Cada una levantó en alto su cartel, y emprendieron
la marcha. Sucedió en Toronto, Canadá. Se trataba
de un grupo comunintario autollmada "Hijas de Jezabel".
Era una sociedad de prostitutas, que se lanzaban a la calle en
defensa de sus derechos.
"Las prostitutas no somos basura de las calles -decía
el cartel de Sheila-. Somos también seres humanos".
No hay duda de que vivimos en plena
época de los derechos humanos. Por todo el mundo se levantan
las mismas voces: "Somos seres humnos. Tenemos derecho a
comer. Deseamos libertad. Queremos que se nos respete como a
todos los demás".
Los grupos se multiplican. Los carteles
aumentan. Los lemas son cada vez más patéticos.
El ansia universal crece: indígenas de las selvas y montañas,
peones de los campos, obreros de las ciudades, estudiantes de
los colegios, refugiados de todos los países. Tal parece
que la humanidad entera se ha puesto de acuerdo para lanzar el
mismo grito: "Somos seres humanos".
Las prostitutas de Toronto usaban una
palabra conspicua en sus lemas, la palabra "escombro":
"No somos escombros, no somos basura". Esta palabra,
"escombro", bien gráfica por sí misma,
tiene sonoridades bíblicas.
El profeta Isaías, anunciando
la venida de Cristo como Salvador del mundo, dice: "El Espíritu
del SEÑOR omnipotente está sobre mí, por
cuanto me ha urgido para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a sanar los corazones heridos... a darles una corona
en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje
de fiesta en vez de espíritu de desaliento... y restaurarán...
los escombros de muchas generaciones" (Isaías 61:1,3,4).
La Biblia compara a las vidas rotas,
destruídas, destrozadas, amargadas y envilecidas a escombros
cubiertos de zarzas y mohos.
Pero Cristo puede tomar esos escombros,
restaurarlos, limpiarlos y embellecerlos, y hacer con esos restos
muertos un palacio de vida nueva. Hay esperanza para cualquier
persona cuya vida esté hecha escombros. Esa esperanza
está en Cristo.
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