Días atrás, observé en un medio audiovisual (televisión); una hermosa actividad humanitaria, denominada "De mendigo a príncipe": Un grupo de ciudadanos desinteresadamente ayudaban a indigentes a salir de esa vida que le había robado su dignidad de persona.
Ser de utilidad, condolerse y auxiliar a los demás en sus problemas y dificultades; así como se debe mostrar el favor y la ayuda a otros para asistirlos en sus necesidades.
Al pensar en lo que es cooperar y contribuir con los demás, recordé la obra de servicio fiel de nuestro señor Jesucristo.
Se acerca el mes de diciembre y se celebra una fecha inmemorable: el cumpleaños o nacimiento de El Salvador y Sanador Jesucristo el Señor. Su misión en la tierra era servirle al género humano y obsequiarle el regalo de la vida eterna y salvación. Siendo instrumento útil y disponible ayudó a muchos, con su loable servicio.
Exhortó para que anduviéramos por el camino mejor. No señaló, más bien perdonó. El hijo de Dios se rebajó de su dignidad de rey para colocarse a un nivel de iguales, por amor a los seres humanos, creación del Dios Padre. La multitud lo buscaba, porque les ayudaba.
Sanaba toda enfermedad y dolencia en la humanidad. Los paralíticos caminaban; los mudos hablaban. Le dio vista a los ciegos y agua al sediento y hasta levantó de la tumba a los muertos. Libertó a los endemoniados, que estaban atados de espíritus malos. Sin olvidar que dio de alimentar a grandes multitudes, con algunos panes y pocos peces.
No vino para que le sirvieran, sino para servirle a todo aquél que en él creyera. Al celebrar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, recordemos que fue solidario con los males ajenos y nos trajo un mensaje de paz. Y en su caminar por este mundo, solo hizo el bien a la humanidad. Su noble misión: Tener compasión, amor misericordia y perdón.