Barack Hussein Obama tiene una tarea inmensa. Hay demasiada esperanza del pueblo norteamericano y del mundo sobre la gestión del futuro gobernante de Estados Unidos.
Superado ya el hecho histórico de que un negro llegue a la Casa Blanca, la situación norteamericana requiere de gran talento, porque Obama recibirá una amarga herencia y grandes retos.
Para los norteamericanos, lo que más importa esa salir del hueco económico en que se encuentran. Hay cifras negativas en la generación de empleos, los bancos quiebran, miles pierden sus casas al no poder pagar las hipotecas y el país está al borde de una recesión.
Para salir del hoyo, no sólo se requiere popularidad sino ingenio y medidas que puedan resucitar la economía, pero de manera rápida y efectiva, de lo contrario pronto vendrá el desencanto.
Un país caracterizado por la apertura y pocos controles tendrá que imponer mayor fiscalización al sector financiero, para evitar que se repita la debacle que vive hoy la Unión Norteamericana y que sangran al fisco norteamericano que ha tenido que venir en su rescate.
En el campo exterior, Obama tendrá que revisar su proyecto guerrerista en Irak y Afganistán. Debe estar atento al resurgimiento de Rusia y el desafío que representa China Continental
En el caso de Panamá, es prematuro vaticinar si habrá mayores cambios en la agenda bilateral. Lo del Tratado de Promoción Comercial (TPC), su ratificación dependerá sin duda si beneficia o no a Estados Unidos. Es de esperar que seguirá la activa cooperación en materia antidrogas y las relaciones estrechas en torno a temas como la ampliación del Canal.