Cuando nos endilgamos por la dirección equivocada, siguiendo la vía en contradicción, echando mano a lo fatídico, cayendo en contratiempos continuos, librando las pendencias envueltas en entuertos sin gloria, se está ante la presencia del fantasma.
En estos días el edificio social se levanta con espléndete majestad, en sus sótanos, semejantes a cuevas o fosas se advierte la existencia de indigentes que se arrastran como larvas en lo que no llega a ser del todo una tumba, es su antesala, como si la muerte estuviera cercanamente, ostentando sus más graves miserias en dicho vestíbulo del terror.
Ese cráter espantoso arroja como un voraz incendio las cenizas del sufrimiento, enmudeciendo nuestro pobre corazón, sin poder lograr el asombrado júbilo, tampoco el grito que nos porta a la felicidad verificativa y eterna. Para donde vayan luciendo sus cuerpos cubiertos de harapos en trifulca con la selva ardorosa de acero y concreto, avanzan lentamente, agazapados en las cantidades respetables de hombres y mujeres, contraviniendo los mandatos de su propio cuerpo, relegados a su suerte como todo aquel que cumple severamente el funesto juramento de servidumbre a una pasión dolorosa. Y tienen que reunir fuerzas para echar a andar otra vez , el camino de la vida trocado de pesares ha sido y los obliga a no perder el vigor singular de los movimientos corporales.
Para fatalidad, los artículos subiendo, tornando todo más competitivo, nadie puede detener el avieso ciclón sólo la presencia del milagro, un querubín que baje de la bóveda celeste y descalabre de un talonazo todo lo que ha sido ascendido.
Las indicaciones son, busque donde está más barato, así nos convertiremos en Juanito el Caminador consumiendo las escasa energías que nos quedan dentro del cansado y agotado organismo. Esto se ha convertido en verdadero berenjenal. Cuando no hay voluntad, todos los candados se cierran con troqueles imperfectos de los cuales jamás hallaremos llaves para abrirlos con suficiencia debida.