La semana pasada, diversos comunicadores sociales y uno que otro experto en política exterior hicieron festín con el asunto de las donaciones realizadas por Taiwán al gobierno de la ex presidenta Mireya Moscoso. En Taipei, también se destapó un escándalo (desmentido por el mismo legislador denunciante) cuando se dijo que "la Doña" recibió un millón de balboas como regalo del presidente taiwanés, Chen Shui-bian.
Pocos saben que en Taiwán se celebrarán elecciones regionales el 11 de diciembre y como es usual, los partidos políticos de oposición han comenzado a sacar los trapos al gobierno de turno, con el asunto de los casos de corrupción en Costa Rica, Nicaragua y Panamá, por el dinero dado por esta potencia.
Nadie puede negar el hecho de que la sombra de la corrupción ronda por Centro América. Pero, con la responsabilidad que merecen los países y personas afectadas, es imperante cuidarse las espaldas ante la marejada de denuncias falsas y maniobras sucias que se han desatado.
De allí que cabe preguntarse: Si hablamos de Taiwán y sus millones de dólares de apoyo a sus "aliados extranjeros" como Panamá, ¿porqué no investigamos el destino de los dineros donados y prestados por otras naciones, a saber Estados Unidos, las potencias de la Unión Europea, Japón, Corea y China Popular? Les aseguro que allí salen "bellezas", si indagamos más en la miasma de la corrupción.
Recientemente se cuestionó a la empresa Panama Ports (administrada por Hutchinson Whampoa de Hong Kong, una zona especial controlada por Pekín), por una equiparación comercial denunciada por otras compañías en el istmo. Allí se perdieron cientos de millones de balboas, y nadie dijo nada.
Cuando Panamá debió votar por la moratoria a la cacería de ballenas, Japón presionó a nuestro país para que se decidiera a respaldar la matanza de cetáceos. Si no lo hacía, se dijo, "se frenaría el apoyo financiero de Tokio a proyectos de cooperación en el istmo".
La Unión Europea donó y prestó 150 millones de dólares a Panamá, pero el dinero se ha utilizado de forma irregular. El bendito Puente Centenario y sus carreteras de acceso son un ejemplo. También Bruselas cuestionó el uso de la plata dada al sistema penitenciario para rehabilitar a los reos, pero el dinero se usó para otra cosa. Es más, la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Público son los organismos públicos más cuestionados hoy en día en Panamá.
¿Y qué del apoyo del USAID, los préstamos del BID y el Banco Mundial?
Podemos seguir mencionando más casos del mal manejo de donaciones, pero vale la pena preguntarse si el problema del uso de esos dineros no es una cuestión propia de nuestra sociedad, en vez de achacarle a otros la culpa por la leche derramada.