La gente va a seguir muriendo bajo las ruedas de un vehículo en tanto no se acostumbre a caminar, especialmente en un país como el nuestro en donde, respecto de la relación 'hombres-carros', los carros superan a los hombres. Es así como por esa área donde queda el Oncológico, la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio de Salud, un individuo que por allí caminaba se topa con una mujer que, trastabillando y luciendo un traje rasgado, ajado y roto por dondequiera, murmuraba quejosamente:
-"A pesar de todo, soy una dama"... El hombre, más asombrado que sorprendido, le pregunta:
-"Señora, ¿qué le pasó... está enferma, la puedo ayudar en algo?"
-"Ya nadie me puede ayudar, porque antes de que me prostituyeran, yo era una dama muy respetable y muy respetada por todos. Ahora, ¡míreme usted! antes yo era dueña de un sagrado cofre repleto de conocimientos, experiencia y sabiduría, pero se me acercaron furtivamente unos buitres humanos que me robaron mi cofre, me violan cada vez que les da la gana, y allí empezó todo...
-"Pero señora, ¿usted no ha denunciado todas esas violaciones ante las autoridades?
-"Mire amigo", siguió diciendo la mujer recostándose a un árbol, "cuando a uno -en este caso a mí- lo someten al vil y burdo negocio de la prostitución, como lo han hecho conmigo, no queda otro camino que resignarse, en espera de que aparezca alguien que sí sepa tratar a una dama para reivindicarla ante la opinión pública, devolviéndole todos los derechos que le fueron arrebatados en forma antijurídica..."
"¡Qué lástima...! Pero dígame, señora, ¿cuál es su nombre?"
- "A voz en cuello gritó: mi nombre es Constitución Política de la República de Panamá (y bajando la voz, casi inaudiblemente dijo): 'en otros tiempos para servirle a usted', ¡Y SIGO SIENDO UNA DAMA, A PESAR DE TODO!" ¡Au Revoir!