"No debemos sorprendernos de la muerte ya que está es inalienable de la vida", así se expresó en su mensaje el padre Antonio Zufía prelado de la Iglesia San Judas Tadeo, donde la tarde de ayer, se llevó la misa de cuerpo presente de Carlos Alberto Mejía.
Mejía, quien era querido por su familiares y amigos, fue asesinado el pasado 4 de octubre de dos tiros, cuando pretendía abordar su vehículo luego de apreciar la presentación del artista Marc Antony, en el Figali Convention Center, ubicado Amador.
Junto al féretro, blanco y de bordes dorados donde reposaba el cadáver, arribaron sus amigos cercanos y familiares.
Entre los pasillos de la iglesia se corrían las voces de lamentos, pues aún la gente no se resigna a perder al "Oso Yogui", como se describía en un recordatorio.
El sacerdote, quien hizo una reflexión profunda dejó entrever que Dios lo esperaba, pues ya era ahora para Carlos Mejía.
A Mejía o "Calito", como también era llamada la víctima, nunca se le condenó, pero fue investigado por múltiples caso delictivos.
Su cuerpo que en paz descansa fue sepultado en el Parque del Recuerdo, en Milla 8, San Miguelito.
Tres niñas le sobreviven a la víctima demás de su cónyuge, madre y demás familiares.