El domingo en la mañana, me levanté con el ánimo de asistir por primera vez al estadio donde argentina se coronó campeona del mundo en el ´78. Fue un camino largo, no porque resida lejos del estadio, sino por el tráfico en la calle.. Se notaba la pasión por el fútbol que siente el hincha argentino, su amor a la camiseta.
Una vez en el estadio, me ubiqué por el nombre de mi platea y asiento.. Logro entrar, subo las escaleras, me hago la señal de la cruz y llego a mi butaca.
La panorámica es la imagen más bella que he visto, los cantos, los coros, la hinchada. Es increíble como las mujeres, hombres, niños y niñas se unen para copar la cancha como dicen acá.
Inicia el juego y llega el primer gol de River. Un error del portero y del defensa de Boca dio el gol los millonarios en pelota parada. La emoción fue enorme; caían retazos de papel periódico como lluvia desde las tribunas. La gente gritaba, coreaba un cántico y todo el estadio, menos el área de Boca, estaba con las manos arriba. Luego de unos minutos hubo completo silencio. De manera increíble, Rodrigo Palacio, con un certero derechazo, calló a la hinchada de River, y los pocos de la barra brava boquense cantaban de alegría al ritmo de la batucada. Era la fiesta en casa del rival.
Con ese gol .. culminó la primera mitad y se van a los camerinos 1 a 1. La gente, como es normal, se dirige a los baños y a comprar súper panchos, que en Panamá serían hot dog.
Comenzado el segundo tiempo, la emoción crecía a medida que River atacaba sin respuesta de Boca, y cae el segundo gol. La locura se apoderó del público. Unos minutos más tarde expulsan con doble amarilla a un jugador de Boca y la gente de la banda roja corea sus cánticos especiales, cargados de ira. El Monumental cantó fuerte hasta que nuevamente se sintió el grito de gol. Era el tercero, se veía humo rojo, bengalas, era el puntillazo final.. el partido estaba sentenciado: River 3, Boca 1.
Después de toda esta experiencia, no tengo quejas, y lo pagado por el boleto no tiene precio. La emoción, la fiebre, la pasión sentida en este coliseo es indescriptible.
Nota: Jorge Russo es un panameño que estudia aerostato (globos que vuelan) en Argentina y espera culminar su carrera para ir a ejercer su profesión en Europa.