jueves 1 de octubre de 2009

 

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Padre de la democracia

Eliécer Navarro | Crítica en Línea

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La misa se inició tres minutos antes de las diez de la mañana. (Fotos: Agustín Herrera, Hermes González, Miguel Cavalli y Noriel Gutiérrez / EPASA)

Los pañuelos blancos civilistas volvieron a ondear ayer en Panamá, pero ya no para luchar pacíficamente contra una dictadura militar, sino para despedir por todo lo alto al hombre que lideró a ese movimiento y consolidó económica y políticamente al país, tras la crisis provocada por los castrenses y sus aliados.

Fue ese el momento culminante del funeral de Estado del Presidente de la República en el período 1989-1994, Guillermo Endara Galimany. Su féretro cubierto con el pabellón nacional llevado en hombros de seis miembros de la guardia de honor a la salida de la Catedral Metropolitana, mientras miles de compatriotas lo vitoreaban y le rendían honores, todo al ritmo de la Marcha de Panamá.

Toda la emoción que llevó al clímax de la misa comenzó a acumularse desde la noche anterior. Durante toda la noche, el féretro con los restos del primer mandatario posdictadura había permanecido en capilla ardiente en la Catedral Metropolitana, para que todos los panameños pudieran darle un último adiós.

A las 8:09 a.m., casi dos horas antes de iniciar la ceremonia religiosa, llegó la mujer con quien compartió los últimos 19 años de su vida, Ana Mae Díaz viuda de Endara.

Estaba acompañada de Menalco Solís, fiel amigo del ex Presidente durante 50 años, socio en su firma de abogados. También se bajó del auto la esposa de Menalco, la ex legisladora Mireya Lasso y las hermanas de Ana Mae.

Ana Mae fue recibida con gritos de "¡Viva, Endara!" y uno que otro "¡Déjenla pasar!", dirigido a la batería de periodistas que se abalanzó sobre ella tan solo descendió del auto.

CEREMONIA
A las 8:33 a.m. abrieron las puertas, y de salida fue evidente que la iglesia no podría contener a los asistentes. Ya frente al altar donde reposaba el ataúd del ex Presidente, los pésames provenían de una larga lista de "quién es quién" en la política, desde antiguos copartidarios, aliados convertidos en rivales, adversarios políticos y hasta miembros del PRD.

Ana Mae tuvo que inclinarse hasta la silla de ruedas de Ricardo Arias Calderón para escuchar su pésame. Aliados en la lucha civilista y compañeros de nómina presidencial, Arias Calderón y Endara, tuvieron una agria separación, cuya reconciliación no llegó sino hasta mediados de este mismo año, cuando el ex mandatario fue ingresado a la clínica San Fernando.

La ex presidenta Mireya Moscoso, quien también había tenido sus roces con Endara, se sentó junto a Ana Mae. Las dos viudas más notorias del panameñismo tuvieron sus manos tomadas firmemente buena parte de la ceremonia.

José Miguel Alemán, el hombre que "no pudo desinflar al gordo" en las elecciones de 2004, también dio sus respetos, al igual que el ex contralor Rubén Darío Carles, Enrique Montenegro y Miguel Antonio Bernal, los ex presidentes Ernesto Pérez Balladares, Jorge Illueca, Martín Torrijos y la embajadora de EE.UU., Barbara Stephenson.

El actual presidente, Ricardo Martinelli, y la ex candidata presidencial, Balbina Herrera, dieron el pésame casi al mismo tiempo, pero la perredista prefirió volver por donde vino antes de encontrarse cara a cara con el hombre que la derrotó en las elecciones de mayo pasado.

Ya iniciada la homilía, el arzobispo José Dimas Cedeño describió a Endara como "el hombre de fe, el hombre justo, el hombre bueno, sin malicia, incapaz de sentir rencor".

"Guillermo Endara fue capaz de sonreír a todos los que le amaban y a los que no le amaban, a los que lo comprendían y a los que no lo comprendían", enfatizó Monseñor.

CONDECORACION
La iglesia estalló en aplausos al anunciarse que Endara había sido condecorado por la Presidencia con la Orden Arnulfo Arias Madrid en el Grado de Gran Collar. "Endara nos enseñó que en la historia hay que pasar la página", recordó el presidente Martinelli. "En 1994, hizo lo que nadie pensó que haría: entregar la presidencia a un candidato de otro partido. Yo sé que Dios lo tiene en su lecho, y estoy seguro de que nos guiará a mí y a futuros presidentes".

Con todo y el dolor de haber perdido a su esposo y mentor político, y de tener que enfrentar un multitudinario funeral, Ana Mae mantuvo la compostura. "Sólo quiero darle las gracias por los 19 años que estuvimos juntos", susurró.



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