Lic. Aura Alvarado
Aunque la expresión "maestro" referida tanto a la escuela pública como privada, que imparte a sus alumnos tiene por objeto adoptar actitudes correctas para con ellas, apreciarlas debidamente y a usarla con creciente reverencia, a semejanza de Cristo, Maestros de Maestros. Para enseñar el maestro o educador debe poseer una completa madurez sobre dos materias especiales: Pedagogía y Metodología; y agregar a estar materias la Religión, enseñanza positiva en la antigua educación nacional. Deshacerse de ella motivó el caos que se ha hecho más serio y perjudicial el proceso educativo.
Hay que desconfiar, pues, del educador que considera a sus alumnos iguales entre sí, que los uniforma con el mismo corte, que lo recarga de tareas exageradas en su contenido, que goza conduciéndolo como una cola ondeante.
En cambio hay que confiar en el maestro que de cada aluno sabe hacer una persona única y distinta, conforme a su temperamento. La labor del maestro es de catálisis: hacer que sus alumnos se eduquen, se desarrollen, se formen integralmente y sobre él la elevación del carácter. No olvidar que el mismo Jesús, al tratar a sus apóstoles, tiene en cuenta su temperamento.
A nuestras escuelas públicas vienen alumnos y tipos de gran variedad, la disciplina queda pues descontrolada, la educación deficultada. El maestro debe educar y mantener en orden a jóvenes impetuosos, metódicos, alegres y melancólicos, expresivos y retraídos, emprendedores, audaces, y tímidos, íntegros y averiados... A Luis raspada la cabeza, a Juan con rizo, a Santo con aretitos, etc.
Dijo Erasmo de Rotterdam, humanista holandés, la naturaleza te da un hijo, futuro alumno, te ofrece una materitosca. Tú deber consiste ahora en dar la mejor forma a esa materia, plasmarla y apta para todo, maestro. Si no te cuidas de hacerlo, lo verás transformado en una bestia. En cambio, si lo aciertas podrás llegar a desmenuzarlo.
