La muerte es la muerte, dijo un escritor una vez en una de sus publicaciones rutinarias. Una definición abstracta y vacía para no caer en controversia con el verdadero significado: Vida eterna. Pero, ¿Por qué vida eterna? Sí, se trata de una vida espiritual eterna, siempre y cuando hayamos aceptado que Cristo murió por nosotros y nos arrepintamos de nuestros pecados.
Para muchos, la muerte es la excusa más grande para dejarle al corazón hablar. Es el momento que se saca a flote un sentimiento que nunca se expresó. Un te amo, que nunca fue escuchado.
La carne no escucha cuando ya no tiene vida y cuando los órganos de los que fallecen no funcionan. Ahora, y no después, es el momento de abrazar al hermano, hijo, sobrino, madre, padre o vecino, porque quizás alguien en este mundo sepa lo mucho que le amas, pero nunca lo ha escuchado de tu boca. Amemos al prójimo como si nos amaramos a nosotros mismos. Así quiere el Padre que sea. ¡Amémonos! |