A Dios no lo podemos encasillar en nuestros planes ni empequeñecerlo con nuestras ideas y esquemas. Dejemos que Dios sea Dios y busquemos ser convertidos en verdaderos hombres de Dios.
Quiero darle a este último igual que a ti"
A primera vista, parece un poco duro que el reino de Dios se compare a la situación arbitraria y opresora del mundo laboral de aquella época.
Sin embargo, la parábola no va a justificar aquella situación, sino a subrayar que Dios es el único que puede actuar arbitrariamente como Amo absoluto.
Este hombre sale personalmente a la plaza para contratar a diversos grupos de trabajadores.
Contrata sin importar la hora, porque lo que parece preocuparle es que haya gente que se quede sin trabajo. Y, la gran sorpresa, a todos les paga por igual, incluso a los que no se lo han ganado.
Entonces, ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será que, más que estar midiendo nuestros méritos, busca responder a nuestras necesidades?
Lo que recibimos de Dios siempre será más de lo que merecemos y, por ello, no estamos en derecho de cuestionar su continua generosidad para con el hombre.