Uno hace un esfuerzo grandísimo por creer que los gobernantes podrían aislarse de las nefastas improvisaciones, pero ¿Cómo hacemos para mantener ese pensamiento?, cuando vemos que desde Endara para acá, no ha cambiado el patrón de conducta de los gobiernos.
Es por eso que Martinelli asombra y logra que el número de simpatizantes aumente, sobre todo cuando se expresa diciendo, que tanto el partido gobernante como el resto de la oposición son la misma cosa.
Martinelli pareciera ser otra cosa y quizás la inmensa mayoría votaría por él, si hiciera válida aquella oración que repite a diario: "El país está por encima del partido". Si Ricardo escogiera a su gabinete entre miles de personas prominentes de nuestra geografía, sin importar su afiliación política, eso sí, cinco meses antes de mayo del 2009, la gente lo apoyaría masivamente porque sabía a qué atenerse y no sería sorprendida con los acostumbrados nombramientos de tipos que no cumplen con los mínimos del decoro y de la eficiencia, que por el solo hecho de ser miembros destacados de un partido, pueden vivir en la tenebrosa puerta giratoria que comunica la política con el delito.
Con un gabinete pre establecido, no se entraría a ciegas a gobernar como es costumbre en este cheverísimo país, habría garantía de no cocinar mondongo en el salón amarillo, congelar plata en las refrigeradoras, pérdida de tiempo inventando ¿"patrias"?, ni de encontrarse con un ministro de Educación desconocer de los símbolos patrios y menos con las penas que causaron las ratas y cucarachas que descansaban en e laboratorio del guayacolato, antro que ya recupera sus telarañas habituales, porque todo se ha olvidado.
Ricardo podría ser el presidente con más votos en la historia, si en verdad coloca a tiempo al país, por encima de su propio partido.
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