El caso del diferendo entre la República Popular China (RPCH) y la República de China en Taiwán (ROC), que cumplirá 60 años de vigencia en 2009, representa todo un dilema para la diplomacia internacional.
El 25 de octubre de 1971, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió expulsar a Taiwán del seno de esta importante entidad internacional. La ROC fue inmediatamente reemplazada por el régimen de Beiging desde entonces.
Sin importar cuestiones de si un bando y el otro tienen la razón, cabe destacar varios puntos clave en este asunto.
Primero, resulta ilógico que la ONU haya cometido el error histórico de sacar del organismo a la ROC Taiwán por presiones políticas de China Popular.
¿Cómo es posible dejar en ascuas a más de 25 millones de personas que habitan la isla de Formosa, en donde está vigente el gobierno democrático chino en Taiwán?
El 2008 marca un cambio político hacia una eventual reconciliación entre Taiwán y China Popular, sobre todo tras la llegada del partido Kuomintang (Nacionalista) y el nuevo presidente Ma Ying-Jeou.
El mismo mandatario taiwanés ha mantenido contactos cordiales con Beiging, pero para acelerar el acercamiento se hace importante dar un paso clave hacia la integración de ambos pueblos.
De allí que es importante que la Asamblea General de la ONU haga una declaración especial al reconocimiento de Taiwán como nación, como paso previo hacia un futuro encuentro con China Popular.
Esperemos que el próximo 16 de septiembre, cuando en Nueva York se presente una moción para reconocer a Taiwán en la ONU, el resto del mundo considere la realidad de que hay un país de 25 millones de personas, amante de la libertad y progresista, que exige su derecho de ser parte de la Comunidad Internacional. Taiwán es una sociedad que ama la paz y no es una amenaza para el mundo.
El mundo decide, la propuesta está dada.