Eran las doce mediodía, el sol era intenso, la emoción que los panameños desplegaban en las avenidas era innegable, todo lo hacían para recibir al campeón de los panameños.. al campeón de salto largo.. al campeón de oro, Irving Saladino.
Los gritos, los aplausos y la cercanía para darle la mano a ese héroe que puso fin a sesenta años de sequía de no recibir una medalla y subir a un podio olímpico, fue lo único que inspiró al pueblo istmeño ayer, en salir a las principales calles de la ciudad capital y rendirle tributo de la mejor forma que se merecía este campeón.
Será un día para la historia, un día para el recuerdo en el que las imágenes y los vídeos serán los únicos testigos de la magnitud que este evento significó para un país que es pequeño en territorio, pero grande en corazón.