No recuerdo una legislación, por los menos en los últimos 5 años de nuestra incipiente democracia, que haya generado tantos conflictos en la sociedad, como la Ley 30.
Y es que lo que mal inicia, mal acaba; y la irónicamente bautizada como "Ley Chorizo" llegó por la puerta de atrás llena de posturas intransigentes, sin explicaciones coherentes, pletórica de errores de forma, en fin, cargada de más penas que glorias.
Luego de los incidentes en Bocas del Toro, la línea del "Gobierno del Cambio" adquirió un nuevo rumbo, descubriendo extemporáneamente que la solución al problema estribaba en la invitación al diálogo y a la conversa abierta y sin condiciones, sin amenazas ni chantajes, �Llegó la paz!
Por lo anterior, se hace necesario que impere el diálogo de altura y la paz, por encimas de los intereses particulares, de los compromisos políticos y sindicales de manera que el resultado sea un país inmerso en la tranquilidad, que es lo que necesitan todos los panameños.
No caben en este momento las medidas de presión como el cierre de calles, por parte de ningún gremio; los ataques y descalificaciones mediáticas de dirigentes y de personeros del Gobierno, cual intercambio de misiles, tampoco son aceptados.
El país no puede ser sometido a leyes impopulares por parte de ningún gobierno y ninguna administración pública puede ser obligada a dialogar en un escenario de movilizaciones y violencia en las calles.
Es bueno que las partes inmersas en este diálogo recuerden que, en política como en todas las cosas de la vida, se hace lo que se debe hacer, pero cuando lo que se puede hacer es malo, mejor no se hace nada.
