La muerte les llegó sin avisar y de manera traicionera en medio de la oscuridad de la noche en un lugar donde la luz de la Luna no es suficiente para alumbrar los carriles. Muchos iban dormidos y tal vez sintieron que estaban soñando.
Eran las 10:30 de la noche del jueves 13 de agosto, en la parada frente al Centro Comercial La Doña. Personas se aglomeraban en busca de un transporte que los condujera a sus viviendas en las densamente pobladas comunidades del área este de la ciudad capital.
A lo lejos, se vía llegar el bus 8RI-7784, con dirección a Las Garzas, en el corregimiento de Pacora.
El tumulto fue inevitable debido a que la oferta de unidades rodantes es inferior a la demanda existente. Era "el último expreso de la noche". Después de ese no habría más buses para el área.
"¡Las Garzas!", "¡Felipillo afuera!", gritaba con voz potente el ayudante del conductor ajeno a que unos kilómetros más adelante el infierno estallaría para decenas de usuarios que lo máximo que aspiraban era llegar a sus hogares y reencontrarse con sus seres queridos.
La noche avanzaba así como el autobús que rodaba en la oscuridad de la vía Panamericana. Nadie sospechaba que a unos minutos de allí se estaba gestando lo que a la postre sería la segunda tragedia vehicular más mortífera de la historia panameña.
Avanzaban los minutos y cerca de las 10: 40 p.m., un camión volquete rodaba poseído por la peligrosa carretera con dirección al centro de la capital, a alta velocidad, según lo resaltó un comunicado del MOP.
En tanto, en el Bohío Turístico "Wilmer", en vía contraria, la trabajadora Eulalia Rodríguez terminaba una ardua jornada laboral y decidió aceptar un "aventón", y junto a dos personas más partió rumbo a la 24 de Diciembre en una camioneta Nativa.
En la dirección opuesta, el autobús de Las Garzas, que en el punto de origen estuvo lleno, comenzó a mermar en la cantidad de usuarios que se iban quedando en la ruta.
Muchos llegaron a su destino en la comunidad de Felipillo, pero aún así todos los puestos estaban ocupados y tres personas permanecían de pie.
En los asientos, unos dormían cansados de un largo día de trabajo; otros escuchaban música en sus teléfonos celulares; algunos conversaban, pero ninguno se imaginaba que el manto de la muerte los arroparía en masa.
En el carril contrario, unos metros más adelante del puente sobre el Río Pacora, la Nativa y el volquete se encontraron. El pesado camión, en franco desafío intentó rebasar al más pequeño y lo colisionó lanzándolo sobre un barranco varios metros más adelante, para luego chocar frontalmente al bus 8RI-7784, con más de 40 pasajeros.
El resultado fatal: 26 muertos, la mayoría pasajeros y quien conducía el colectivo, además del chofer del volquete, Carlos Iván Huertas Valdés, de 29 años, y la pasajera de la Nativa, Eulalia Rodríguez.
LA NOTICIA SOBRE EL ACCIDENTE DEL BUS DE LAS GARZAS DE PACORA CORRIO COMO POLVORA. AL LUGAR LLEGARON FAMILIARES DE LAS VICTIMAS Y HASTA EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DIJO PRESENTE.