"...Si los que hablan mal de mí supieran exactamente lo que yo pienso de ellos, aún hablarían peor..." (Sacha Guitry)
El peor mal que padece la sociedad es prestarle tanta importancia al "qué dirán ".
En la vida moderna las apariencias convierten al individuo en un esclavo de esa modernidad (sociológicamente hablando), al tener que "disfrazarse" con un traje social que no se ajusta a su verdadera personalidad, haciendo aflorar en el individuo un sentimiento de 'traición' hacia su "yo", al actuar diciendo y haciendo aquello que no quiere decir ni hacer.
Todo lo anterior conduce al individuo, aún en contra de su voluntad, a proyectar una doble moral, aunque no precisamente en el plano como lo proyecta aquella famosa película llamada "Dr. Jeckyl & Mr. Hyde". De hecho, el sujeto en cuestión sufre al tener que luchar contra la personalidad distinta a ese su 'yo' interior para proyectar otra, lo que, en otras palabras significa tener que aparentar lo que no es, porque de lo contrario, la sociedad, cruel e implacable, y sin parar mientes, lo censura y prejuzga, (no precisamente para bien).
Las apariencias, pues, cuando no forman parte de un particular atuendo necesario para aparecer, o ilustrar, una obra (de teatro, de cine, etc.), no deberán posar como un prerrequisito en nuestro cotidiano deambular, ya que el desengaño, a más de resultar frustrante, también lo será penosamente decepcionante. Seamos pues como realmente somos, sin el maquillaje de ser como otros quisieran que seamos.
El esfuerzo vale la pena porque Dios nos ama, a ti y a mí, tal como somos, del mismo modo que ama a los demás tal como son.
¡Au Revoir!