Cada gobierno en su oportunidad trata de colocar a figuras de su confianza en los altos cargos. Los tres últimos presidentes han incurrido en eso. El caso más reciente es el de la Superintendente Bancaria, Delia Cárdenas.
La propia funcionaria ha revelado que renunció al cargo, porque el mandatario Martín Torrijos se lo pidió. Es lógico que si la figura que dirige el país te pide el cargo, el servidor público al que se le hace tremenda solicitud terminará por dejar el cargo.
A veces resulta difícil para un funcionario designado por un gobierno trabajar con otra administración, con mayor razón, cuando tienen posiciones políticas adversas entre sí.
Es probable que otros altos cargos corran la misma suerte. Ya se habla que puede ocurrir igual en la Policía Técnica Judicial, que si bien su director es designado por la Corte Suprema de Justicia y hay una separación de poderes, en Panamá el presidencialismo es tan fuerte que a veces rebasa los límites del contrapeso real que debe existir entre los diversos órganos del Estado.
Para reemplazar a Delia Cárdenas se nombró a Olegario Barrelier, quien tuvo una amplia experiencia en el Chase Manhattan Bank y ya fue director ejecutivo de la Comisión Bancaria Nacional.
Ojalá que el cambio en la Superintendencia Bancaria no afecte la labor de supervisión a los bancos que debe desarrollar esa entidad, para prevenir la infiltración de dinero sucio en el sistema y garantizar los fondos que los depositantes confían a esos establecimientos.