Todo indica que la criminalidad está fuera de control. Cada día hay una ejecución y no parece haber una reacción de las autoridades del Ministerio Público y el Ministerio de Gobierno, para frenarla.
Los encargados de los estamentos de seguridad se concentran en debates, reuniones y estrategias, que en la práctica no se ejecutan y sólo sirven para proyectar imagen. En la calle la realidad es otra. La gente decente ya tiene miedo salir de casa en horas de la noche, para no ser víctima inocente de la violencia que se desborda en el área metropolitana.
Ya el número de ejecutados en un año se acerca a los 200 y casi todos son casos sin resolver. Las Fiscalías Superiores están llenas de expedientes de ese tipo y los funcionarios ya están como acostumbrados a archivar esos procesos, que casi siempre terminan con sobreseimiento provisional e impersonal, porque no descubrieron nada. Lo único cierto es que cada semana aparecen cadáveres con tiros en la cabeza en cualquier paraje de Panamá, Colón o San Miguelito.
La sociedad reclama seguridad. Se le vendió al país que el cambio de un jefe civil por un uniformado en la Policía y que la fusión de la PTJ con la Policía, serían beneficiosos, pero los resultados no lo demuestran. Se comenzó con muchos bríos, pero los resultados hoy demuestran otras cosas.
Ahora se plantea fortalecer Policías Fronterizas, cuando en la propia metrópolis el hampa parece haberse tomado las calles y los investigadores dan bastonazos de ciego.
Más que decretos, lo que se requiere es acción contra el hampa y que los panameños de bien, puedan sentirse seguros cuando caminan por las calles de su país.