La liturgia de este domingo nos ofrece una bella página para reflexionar sobre el tema de la oración, en sus diversas modalidades.
¿Cuál debe ser la nota característica de la oración cotidiana? La oración del discípulo se debe caracterizar por su insistencia y súplica ante Dios Padre. Orar siempre y sin desanimarnos, ahí esta la clave.
"Pidan y se les dará..."
En el evangelio, Jesús enseña a sus discípulos cómo deben orar. Los invita a recitar el Padrenuestro, que también para nosotros es la más sencilla de las oraciones cotidianas, pero la más rica en significado.
Para hacer referencia a la eficacia de la oración, el evangelista pone dos parábolas en boca de Jesús: la primera supone una situación de emergencia; un amigo llega a altas horas de la noche pidiendo un favor, cuando ya todos están durmiendo; si no se le hace el favor por ser el amigo, se le hará al menos para que deje tanta cantaleta; la otra es la imagen del padre que da cosas buenas a sus hijos, aunque sean malos.
La oración del discípulo debe ser sencilla, teniendo presente que lo esencial está en reconocer a Dios como Padre y agradecer el infinito amor que brinda a sus hijos. Al final de cada jornada, especialmente, evaluemos cómo fue nuestra relación con Dios durante el día: ¿cómo iniciamos nuestra oración?, ¿a quién nos dirigimos en la oración?, ¿nuestra oración es de acción de gracias, de súplica, de intercesión?
Esperamos que la respuesta no sea "¡Ninguna de las anteriores!".
De todos modos, confiemos en las manos del buen Dios también nuestras dificultades en la oración, pues muchas veces no sabemos orar, y dejemos que sea el Espíritu de Dios quien ore en nosotros.