El aumento en junio, de tres veces más de la inversión extranjera directa en Brasil, comparada al mes anterior y el aumento del registro de las exportaciones, evidencian la recuperación económica del país. Sin embargo, el Presidente Luiz Inacio Lula da Silva, se enfrenta a una sostenida crítica que le hacen los políticos ortodoxos y los que todavía siguen inmersos en la pobreza.
Los pobres vieron en las promesas de este líder obrero de izquierda -que rompió el cerrado sistema social brasileño para pasar de Pernambuco y Sau Paulo, a la Presidencia de la República- una real y esperanzadora expectativa. De aquí que no sólo los medios de comunicación hayan presionado a Lula, sino los políticos de izquierda incluyendo su propio Partido de los Trabajadores.
Lula consiguió el gobierno, pero no tiene el poder, señalaba un analista en una entrevista publicada. El mismo Presidente aclaraba al New York Magazine, que crear trabajos y distribuir dinero a los pobres, no es tarea fácil.
En proporciones guardadas, una situación parecida parece sentirse en Panamá, con la experiencia de la Presidenta Mireya Moscoso, que creó con su promesa de cambios tal expectativa, que no importó lo que hiciera, nunca la opinión pública se sintió realizada, sino, todo lo contrario... decepcionada.
El Lic. Martín Torrijos, quien asumirá en septiembre la Presidencia, deberá estar consciente que cada vez más el ciudadano común se organiza y participa para defender sus intereses, se preocupa por fiscalizar las decisiones de las distintas autoridades y trata de influir en las cosas que se hagan.
Pareciera que el dilema para los presidentes elegidos, será bajar estas peligrosas expectativas, fortalecer las distintas instituciones estatales para que sean más eficientes, de alguna forma mantener la confianza de la gente y aclarar bien que no es posible solucionar rápidamente todos los problemas del país.