EDITORIAL
Asesinato de taxistas
Tres taxistas han muerto en menos de quince días y si se buscan las estadísticas, las cifras serán alarmantes. Los trabajadores del volante se unieron en una ocasión para pedir apoyo de las autoridades y para que también cayera sobre los responsables de los homicidios, todo el peso de la Ley, pero tal parece que todo quedó como "llamarada de capullo": hizo notoriedad en la efervescencia del momento. Lastimosamente las calles de Panamá están plagadas de criminales en todas las especificaciones y las víctimas tienen un patrón social: trabajadores que tienen familia que mantener.
Y los taxistas en este renglón, parecen haber llevado la peor parte. Es como si existiera una corriente anti taxistas dada la saña con la cual son terminadas sus vidas.
Los criminales, de quienes se presume en las investigaciones preliminares, que son en su mayoría menores de edad o jóvenes que apenas han alcanzado los 18 años, acaban con la vida de un hombre sin asco, metiéndoles los tiros que su arma de turno alcance. Esto no es noticia de un día. Al año, más taxistas van a la tumba por muerte violenta que otra clasificación de ciudadano.
Y las calles siguen desprotegidas. Y el taxista más desprotegido. ¿Dónde están aquellas medidas de las cuales se habló en una ocasión para asegurar que el conductor del servicio selectivo tuviera una ruta segura?
¿Cuáles serían las medidas efectivas que protejan las vidas de estos hombres que salen de día, noche, madrugada, con lluvia o sol a buscar el pan para su prole? ¿A quién le corresponde velar por el orden social? Cualquiera que sea la inquietud, la realidad es una: hay una crisis de valores sociales y con ella, un alto índice de delincuencia y criminalidad en el país.
Esto es un motivo que desequilibra el normal desarrollo de la población que puede llegar a crear una fobia y orillar a las personas a vivir en un estado ansioso que por ende desembocará en reacciones negativas. Suena alarmante, pero es una hipótesis que no se descarta dado el vértice con el que crece la violencia.
En los últimos días se han registrado asesinatos en diferentes áreas de la República, y hasta quienes tienen el deber de cuidar de la seguridad pública, han perdido la vida en manos de los elementos del mal vivir.
Luego, ello lleva a un razonamiento: pareciera que los criminales tienen la sartén por el mango. Tal parece que les resulta fácil salir a las calles, armados, cometer sus delitos y continuar su vida con normalidad.
No es que se esté desdeñando las pericias que hacen las autoridades que vigilan las calles, pero la realidad es que algo está ocurriendo y hay que buscar dónde está la falla.
Habrá que evaluar los operativos de la Policía, porque el patrón que ya es conocido por los delincuentes. Ellos saben cuándo, dónde y a qué horas serán tales operativos. ¿Cómo? Pues en algunas ocasiones, hay fuga de información, y en otras, dado el sistema de operación, ya resulta fácil adivinar. No se trata de culpar a nadie sobre el desarrollo violento, sino buscar soluciones. Mientras eso ocurre, allá afuera están exponiendo sus vidas estos trabajadores que afanosamente buscan el real cada día para llevar a sus hogares, y a los cuales, a veces nunca llegarán.
PUNTO CRITICO |
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