Hace unos días pasé por el parque Tomás Martín Feuillet, en La Chorrera, como a eso de las ocho de la noche y vi una fila de más de catorce taxis parados y con las luces apagadas, mientras otros tantos deambulaban solitarios por la avenida de Las Américas, tratando de conseguir algún pasajero.
Igual ocurría en otras piqueras, donde la expedición masiva de cupos, sin control y para beneficiar a amigos, políticos y allegados a las altas esferas del gobierno, han llevado el negocio prácticamente a la bancarrota. Hay una superpoblación de unidades rodantes en el sector de los taxis, que abarca a las piqueras de los llamados transportes urbanos y rurales que viajan hacia las afueras, cuyos propietarios y palancas aseguran que ya no sacan ni para la gasolina.
A pesar del panorama tan deprimente que presenta esta actividad, en la que muchos panameños pobres encuentran el recurso para subsistir con su familia, nadie le pone coto al desorden que galopa sobre la expedición de cupos en el transporte público. Nadie más que la Dirección de Tránsito está llamada a detener semejante abuso. ¿Por qué si se acordó la expedición de 90 cupos para esa región, salieron 120? ¿Quiénes firmaron los 30 adicionales y a manos de quiénes fueron a parar?
Si las bases y los dirigentes transportistas quieren detener la avalancha desmedida de cupos, tienen que emplazar con nombre y apellido a los funcionarios y políticos que podrían estar detrás de semejante negociado. |