Identificar las penurias llevando la carga que nos produce trompicones constantemente obligados, trazando la línea continua en el cotidiano periplo característico de los percances, es el examen diario por resolver del pobre.
Buscar el trabajo con el consiguiente alimento que sustente semejante expectativa, hace de la diligencia la actividad frustrada y caótica ¿as valiosas ambiciones, luego de la lucha titánica lidiada queda truncada entre la impotencia y la debilidad, compaginadas al tenor de los típicos reveces de aquellos que manotean en medio del océano sin poder divisar la orilla.
Estimular las bestias de carga con el látigo y la voz traidora de mando, no cambiará el panorama general del entorno, ni modificará los comunes escollos del camino, tampoco acortará la distancia del punto fijo de llegada. Serán los mismo parajes colmados de pesares y las preñadas pesadumbres, donde se pueden fotografiar con gran facilidad las lágrimas, las decaimientos y dolamas, desengaños peculiares de los que comen mucho y se alimentan poco. Faena irrelevante de abundancia con miseria.
Las esperanzas sirven iguales en todas las ocasiones, encontradas las predominancias de propuestas fallidas en la construcción de quimeras que se desvanecen a la velocidad del rayo. Situación vulnerable constituida por los últimos cofrade que aún nos quedan en las laderas de la cordillera central, o bien, en los atajos complejos» del arrabal capitalino. Modalidades privativas, ya de la dispersión, ya de los hacinamientos citadinos molestos y complicados.
Recibir y ofrecer son dos verbos de puntual sinonimia para los desamparados, se recibe poco o nada, tampoco se puede ofrecer nada, porque son posesores del conjunto prohibido, aquel que está ayuno de elementos prestantes de manifiesta particularidad dubitativa en espera de lo que el tiempo les pueda deparar.
