Cuando la ausencia de Dios está en nuestros pensamientos y actuaciones, hay dos caminos inevitables que el destino pone como pago; en la vida mortal se complican un sinnúmero de cosas familiares, laborales y personales en cuanto salud, paz mental y espiritual, y después de muerto un expreso inevitable hacia el infierno. Hay situaciones en que supuestos compañeros de trabajo piensan que el modelo de crecer, alcanzar mayores réditos económicos, poder y distinción es indisponer a quien represente una amenaza para sus planes, o juegue con el trabajo ajeno por caprichos personales.
El simple hecho de jugar con el trabajo de alguien va más allá, pues no solo está dejando a alguien sin trabajo, se está jugando con la estabilidad económica familiar, con la alimentación de los hijos, la tranquilidad del hogar. Esto es lo que no se ponen a ver y luego se preguntan el porqué les va mal, que si tienen mala suerte, o peor aún salen enfermedades difíciles de curar, con el simple objetivo de que entre en razón y dejen de hacer maldades.
Quisiera saber qué sienten este tipo de calañas humanas al ver que despiden o amonestan a alguien por simple capricho o ánimos de hacer el mal. ¿Tan podrido está su corazón? ¿Tan torcidas están sus neuronas?
Al final este ser humano no solo está condenado a vivir en altibajos por la vida, si no estará ciego para ver los hechos concretos que le piden cambiar de dirección, sordo para escuchar consejos y el grito de su conciencia y quizás mudo cuando el altísimo le pregunte: "Sabes por qué no estás en el libro de la vida?". Nadie es perfecto, pero hay que buscar ser lo más justo y correcto posible, pero consciente de que las bendiciones en general son el fruto de lo que sientes, piensas y haces. Si piensas bien, te irá bien y con Dios, mucho mejor.