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El Síndrome de alcoholismo fetal

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Dr. Hiller

Estimado Dr. Hiller: Nunca he sido una gran bebedora, y ahora no tomo alcohol. Pero antes de quedarme embarazada, en dos o tres ocasiones me tomé un vasito de vino con la cena. Hace poco una amiga mía que es orientadora en un colegio me contó el caso de un estudiante que padecía el síndrome de alcoholismo fetal. Desde entonces no he dejado de darle vueltas a la cabeza sobre esos vasos de vino que me tomé. ¿Existe alguna posibilidad de que mi hijo tenga el síndrome de alcoholismo fetal ?

Estimado Lector: El síndrome de alcoholismo fetal (SAF) es un conjunto de males físicos y psíquicos causados por un desmedido consumo de alcohol en la fase prenatal. Casi inapreciablemente cualquier problema relacionado con el alcohol puede producirse incluso si se bebe con moderación. Aunque es casi imposible que a usted le pueda ocurrir algún problema pues el impacto de esos pocos vasos de vino es mínimo en su salud. No sólo porque es demasiado tarde para que causen efecto, sino porque las investigaciones realizadas sobre el particular indican que es muy poco probable que por beber excepcionalmente el feto pueda resultar afectado de manera significativa. Aún así, muchos especialistas opinan que no hay un nivel de consumo de alcohol que sea seguro durante el embarazo, por lo que generalmente recomiendan una abstinencia total para las mujeres que están, o puedan estar embarazadas.

El síndrome de alcoholismo fetal, es la consecuencia más grave del consumo de alcohol durante la gestación, se da en niños de madres alcohólicas; madres que generalmente suelen tomar varias bebidas alcohólicas al día durante el embarazo. Este síndrome ha sido considerado como la causa que pudiendo prevenirse produce más malformaciones en el bebé. En los Estados Unidos uno de cada 1,000 bebés recién nacidos padecen este síntoma.

El término síndrome de alcoholismo fetal se acuñó en 1973. Las personas que han padecido SAF presentan al menos una deficiencia en al menos estas tres áreas.

1. Retraso en el crecimiento tanto en medidas como en peso, estatura o tamaño craneal.

2. Daños en el sistema nervioso central que suelen reflejarse en forma de retraso mental, fallos en la memoria, trastornos del aprendizaje y/o comportamiento problemático.

3. Rasgos faciales característicos como son: tener el labio superior muy delgado, ojos casi entrecerrados, y/o un desarrollo escaso del caballete entre la nariz y los labios.

Los niños que aun padeciendo las secuelas relacionadas con el alcoholismo maternal no reúnan en su totalidad los criterios citados tienen lo que se denomina un SAF parcial, o malformaciones de nacimiento a causa del alcohol (MNA) o Efectos Alcohólicos Fetales (EAF). A pesar de que algunas manifestaciones del SAF o de estas enfermedades menos graves pueden empezar a surgir en niños de edades más avanzadas, las personas afectadas padecerán las discapacidades correspondientes toda su vida.

En general, aunque un consumo bajo o moderado de alcohol es muy poco probable que perjudique al feto más que un consumo elevado, las consecuencias son de todas formas impredecibles. Algunos niños virtualmente no resultan afectados. Los factores que pueden incidir en cómo influye el alcohol al feto pueden variar desde la cantidad de alcohol ingerida (tanto durante todo el embarazo o sólo en algún exceso alcohólico); como la fase del embarazo durante la cual se ha consumido el alcohol; la genética; la concurrencia de ser fumadora, o consumidora de cafeína o drogadicta, la nutrición; y quizá incluso el tipo de bebida alcohólica que se ha ingerido.

Muchas mujeres dejan el alcohol temiendo que puedan ocasionar algún daño al feto, aunque algunas siguen exponiendo a sus fetos a los efectos del alcohol inintencionadamente pues ignoran que están embarazadas. Este hecho puede ser particularmente grave para el feto pues ocurre en una fase de la gestación en la que éste es muy vulnerable a cualquier daño que se le infiera.

Un seguimiento llevado a cabo sobre 10.000 madres primerizas dirigido por el Centro Nacional para las Estadísticas de la Salud de los Estados Unidos (NCHS), reveló que el 45% de ellas habían consumido alcohol durante los tres primeros meses de gestación antes de saber que estaban embarazadas. Sólo el 40% de las mujeres encuestadas supieron a la cuarta semana de embarazo que estaban embarazadas, y casi un tercio seguían sin saber que estaban embarazadas a las seis semanas de gestación.

Más de la mitad de las bebedoras en la investigación del NCHS respondieron haber tomado como media menos de una bebida alcohólica a la semana, y menos del 6% había tomado nueve o más de diez bebidas alcohólicas por semana. Las conclusiones de este estudio fueron publicadas en el número de agosto de 1999 de la revista especializada American Journal of Preventive Medicine.

El Colegio Americano de Tocólogos y Ginecólogos y la Academia Americana de Pediatras publicaron conjuntamente en 1994 una serie de recomendaciones para que los médicos se interesaran por el consumo de alcohol en las gestantes. En una encuesta posterior realizada por los Centros para el Control de la Enfermedad, el 97% de los tocólogos y ginecólogos que colaboraron, dijeron, además, haber respondido a preguntas de sus pacientes sobre dicha cuestión. Las conclusiones de este estudio fueron publicadas en el número de Mayo de 2000 de la revista especializada Obstetrics and Gynecology.

Los efectos del consumo prenatal de alcohol quizá sean difíciles de reconocer en los recién nacidos. Una buena comunicación entre ginecólogos y pediatras puede servir para diagnosticar el SAF/EAF en un primer momento. Un temprano diagnóstico ayuda a garantizar que el niño afectado accederá más rápidamente a todo tipo de prestaciones para sus especiales necesidades educativas y para afrontar sus problemas de comportamiento. Un ambiente hogareño estable también es muy positivo para estos niños, aunque en ocasiones el alcoholismo que ha causado la enfermedad también priva a estos niños de esas condiciones que les resultarían tan beneficiosas. En 1997 un estudio canadiense señaló que sólo un 25% de los niños con SAF vivía con sus padres naturales.

Aunque es un hecho incontestable que tomar alcohol en exceso afecta gravemente al feto, el efecto de beber alcohol con moderación -tomarse un trago al día de media o menos- es todavía fuente de discusiones entre los científicos médicos. Varias investigaciones que se han realizado no han podido demostrar que beber con moderación dañe apreciablemente al feto, aunque algunos expertos y organizaciones, incluyendo a la Academia Americana de Pediatría, creen que cualquier cantidad de alcohol que se tome durante el embarazo no es saludable. Estos especialistas advierten contra cualquier consumo de alcohol durante todo el embarazo. Otros, como el Real Colegio de Tocólogos y Ginecólogos del Reino Unido, son más flexibles, y recomiendan a las embarazadas que sean prudentes a la hora de tomar alcohol y en todo caso no tomen más de una bebida normal al día.

La abstinencia puede causar incluso alguna reacción pero es sin embargo lo más aconsejable, puesto que es la forma más sencilla y segura de que el alcohol no provoque ningún daño en el feto. Para aquellas mujeres que bebían con moderación con anterioridad al embarazo, dejar de beber no debe ocasionarles mayor problema. Las mujeres que tengan mayor dificultad para controlar su consumo de alcohol deben ponerse en manos de algún especialista. El consumo excesivo de alcohol puede perjudicarles a ellas y a sus hijos.

 

 

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Muchas mujeres dejan el alcohol temiendo que puedan ocasionar algún daño al feto, aunque algunas siguen exponiendo a sus fetos a los efectos del alcohol inintencionadamente pues ignoran que están embarazadas. Este hecho puede ser particularmente grave para el feto pues ocurre en una fase de la gestación en la que éste es muy vulnerable a cualquier daño que se le infiera.

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