A la representación panameña le dieron donde más le duele. Le pegaron con garra, coraje y determinación.
El equipo que había sido una amenaza ofensiva y defensiva y cuyo pitcheo había tocado el cielo, al final no fue más que el subcampeón, una especie común y silvestre, poco adorada y mucho menos aclamada.
Panamá estaba a un solo out de llevarse la corona latinoamericana por quinta vez en su historia, pero faltó el último out... el más duro de todos. Venezuela estaba contra la pared en el cierre de la séptima, perdiendo 7 a 3 y vino del fondo del paquete para llevarse la victoria y el gallardete, el pasado sábado en la tarde en el Little League Ball Park de Curazao.
¿Qué pasó? ¿Por qué perdimos? Una ventaja de cuatro anotaciones en la novena te da una seguridad inmensa, pero no puedes confiarte. La novena panameña se confió mucho... y el manager Gilberto Grandinson le dio exceso de confianza al zurdo Eustiquio Bustamante. Grandinson nunca debió dejar lanzar a Bustamante cuando en la séptima entrada regaló un par de bases por bolas, sin out. Allí era el tope... no había más camino, debió retirarlo... pero la confianza mató al gato. El manager jamás debió dejar que el jardinero derecho Ricardo Montilla saliera en la séptima entrada. El “Flaco Bala” había completado su juego mandatorio (todos deben jugar una entrada defensiva y un turno al bate) en el sexto episodio y por defensa nunca debió salir en la séptima. Esto te dice que el manager estaba confiado. Grandinson pensaba que Montilla no había completado el juego mandatorio y fue un error, porque ya lo había hecho. Dos batazos por esa zona que un jardinero real hubiese atrapado.
La delegación debe estar arribando mañana a suelo patrio a las 12:00 mediodía.