El aumento en el número de los accidentes de tránsito; la gran cantidad de niños que son abortados o enterrados vivos; el elevado consumo de la droga lícita conocida como licor; la violencia intrafamiliar; el tráfico y consumo de drogas ilícitas; los asesinatos y los robos: todos son signos inequívocos de que los panameños han perdido el interés en el más preciado de los dones... la vida.
Si los panameños entendiéramos el valor que tiene la vida, dejáramos de comportarnos como locos, y dedicaríamos mucho tiempo al culto de la salud y una vida sana. Por el contrario, nos empeñamos en dañar la vida en todas sus manifestaciones, haciendo lo posible por acabar en el hospital o, lo que es peor, en la tumba.
También es cierto que quienes en sus manos el poder para regular las actividades autodestructivas no se inmutan. Legisladores, jueces, funcionarios del Ejecutivo, médicos, abogados, religiosos y periodistas: todos vemos la muerte que ronda sobre la sociedad panameña y poco hacemos. |