La eliminación de la selección de fútbol de Panamá en la primera etapa de la clasificación para el Mundial de Sudáfrica del 2010, luego de ser derrotado 3 goles a 1 por El Salvador, no debe ser un asunto que frustre a los aficionados ni a los jugadores.
Ser doblegado por un equipo con mayor tradición, con más experiencia competitiva internacional, con más historia, con más capacidad para solventar situaciones adversas, debido precisamente a estos tres elementos, debe convertirse en una experiencia que en el futuro revierta a favor del combinado nacional.
Panamá no solamente se enfrentaba al equipo de El Salvador, a sus entusiastas fanáticos o a un dudoso arbitraje, le hacía oposición a una historia que se inició el 26 de julio de 1899, fecha en que se desarrolla el primer partido en el país centroamericano. No debemos olvidar que en 1969, El Salvador y Honduras se fueron a una guerra por un juego de fútbol. ¡Vaya historia!
Si tomamos otra referencia del fútbol de la región centroamericana, debemos considerar que en el hermano país de Costa Rica, se comenzó a jugar al fútbol en 1876 y la federación que rige este deporte se fundó en 1921. También se ha escrito mucha crónica del balompié tico.
De nuestro último rival, podemos mencionar que ha asistido a dos Copas del Mundo, en 1970 y en 1982.
Si bien es cierto, la práctica del fútbol en Panamá puede haberse iniciado en la década del veinte del siglo pasado, también se puede argumentar que muchos de los que conformaban los equipos eran ciudadanos de otros países.
No es hasta el 4 de abril de 1976 cuando Panamá participa en las eliminatorias de una Copa Mundial de Fútbol, en esta ocasión la de Argentina. En ese primer encuentro, el elenco nacional sorprendió a Costa Rica al derrotarlo 3 goles a 2.
Con la derrota ante El Salvador, vuelven a demonizarse a los directores, a deplorar a los jugadores, a censurar su poca voluntad y todas las excusas. Sin embargo, como más arriba sugeríamos, esto es un asunto de lento progreso, de tropiezos, de lágrimas, de asimilar experiencias y utilizar las derrotas como elementos de aprendizaje en vez de materia de escarnio.
Mucho talento ha demostrado la selección de Panamá. De sobra lo vimos en el Cuscatlán y en el Rod Carew. Pero, aparte de las expectativas creadas por las campañas publicitarias, por las rivalidades de las televisoras que transmiten los juegos, debemos comprender que el fútbol no es solo un deporte, es una subcultura, un inmenso mundo de relaciones y emociones que envuelve todo el orbe y, por lo tanto, no es fácil transitar por sus congestionadas avenidas.
Debemos aprender esta lección y enfrentar con humildad e hidalguía esta caída. Lo malo sería echarnos a llorar y a buscar culpables en lugar de mantener intacta la idea de estar en poco tiempo en una competición universal.