"Joel recoge la canasta con ropa y guárdala en el maletero del carro", dijo María Eugenia, una señora de 37 años con un lustro de vivir en residenciales de Villa Lucre, a su hijo mayor.
Luego que Joel cumple al pie de la letra lo ordenado por la progenitora, escucha el estruendo que produjo el impacto del rectángulo del vidrio de la puerta trasera del auto al caer al piso.
Asombrado por el descubrimiento el joven, de 12 años, se aproxima hasta el objeto de vidrio, lo recoge y voltea a mirar la ventana, sin decir nada a la madre hace presión a la manigueta de la puerta y ésta sede con facilidad, enseguida se percata que la misma estaba sin el seguro.
El rostro del adolescente se desfigura, producto de lo que está viviendo, pese a ello no se detiene e ingresa al carro, una vez dentro del vehículo detiene la mirada en el sitio donde hasta anoche había estado colocado el radio CD. Como era de esperarse, el equipo de sonido no estaba, la moldura donde se ubicaba estaba brotada hacia afuera; en la base, cerca donde está la palanca de la caja de cambios, yacen los dos tornillos que apretaban el aparato musical.
Cabizbajo el chico sale del carro y se dirige hasta donde esta su madre sentada a la mesa, en fracciones de segundo cuenta a María Eugenia la trágica noticia. Mamá nos han robado; ésta, quien desayunaba, dejó caer la taza de té y salió a confirmar lo dicho por el hijo.
Hechos como el contado a menudo ocurren en los cuatro linderos que delimitan el país. A menudo, las personas no saben qué hacer. Ese fue el desgraciado "piedrero" que anteanoche estuvo rondando la casa; otros, ese es un "gato de casa", sí, eso mismo, una persona allegada o que está cerca de la víctima, en pocas palabras, que la conoce a la perfección.
Estos delincuentes no escatiman horas, pero la preferida es la noche y lo que sigue de ella. Aprovechan que las víctimas duermen y se amparan en los torrenciales aguaceros para llevar a cabo la fechoría.
El surgimiento de barriadas nuevas es uno de los principales detonante para que estos rateros hagan acto de presencia.
En muchas residencias las familias optan por ponerle alarma a los autos, sensores de luces que se activen con la presencia de calor a cierta distancia de la casa, pero aun así los ladrones se salen con la suya.
Hay veces que se crea un comité social, en las barriadas donde el vecindario se agrupa para turnarse y vigilar uno por noche para evitar los robos.