La identificación de los distintos animales en la naturaleza plantea siempre problemas de diversa importancia, pero ese factor de dificultad disminuye en funciones de las peculiaridades que caractericen a cada especie.
Resulta por tanto más fácil reconocer las que gozan de un buen número de efectivos por lo habitual de su presencia, aquellas otras que se vistan de plumajes llamativos o atrayentes, y las que por baja densidad demográfica, aún sin haber tenido lugar el encuentro, se salga de dudas al primer golpe de vista.
Es el caso que sin duda ocurre cuando alguien tiene la fortuna de toparse a centímetros con miles de nidos con huevos o polluelos de la “garza blanca común”, conocida científicamente con el nombre de Egretta Alba.
Cuenta con un plumaje enteramente blanco. El hecho se potencia al compartir el espacio aéreo (que no el hábitat ni la zona de nidificación) con otras aves acuáticas de la región.
Cada día el hombre le importa menos con la baturaleza prefiriendo destruir el hábitat de muchas especies a cambio de su propio beneficio. Pero gracias a un “visionario defensor del ecosistema”: las garzas de París de Parita seguirán adornando a la naturaleza y asombrándonos mientras no olvidemos que sólo es una especie más de la Tierra y no el dueño de los seres que le acompañan durante su tránsito por el Universo. Ese hombre es un “agro industrial”; su nombre Víctor Manuel Pérez Batista.
SE MUDARON
Miles de garzas blancas tenían su acostumbrada zona de nidificación en el lugar conocido como “El Cenegón del Mangle” ubicado en París; sin embargo la instalación de camaroneras en su contorno con la construcción de muros que retienen las corrientes de aguas ricas en alimento para estas aves, ocasionó que abandonaran por primera ves esta zona y se fueran a anidar a orillas de un lago artificial en la finca del ingeniero Víctor Pérez.
