El tráfico ilegal de mujeres y adolescentes para el comercio sexual es uno de los temas "tabú" que dañan la imagen y prestigio internacional de Panamá.
Todo el mundo sabe que este problema permite la explotación inhumana de personas, en su mayoría mujeres extranjeras procedentes de Colombia y República Dominicana, para saciar las necesidades sexuales de los clientes en los bares, cabaretes y otros lugares del mal vivir.
Lo humillante, es que tuvo que venir a decirlo el mismo Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, para que las autoridades, los medios y el resto de la comunidad panameña se percatará de un serio dilema que crece cada día.
Los gringos tienen mucha razón en preocuparse por la inmigración ilegal y el crecimiento de la esclavitud sexual. La mayoría de las personas que llegan a Panamá para el trabajo del sexo van a parar hacia la Unión Americana.
Pero, lo peor, es que Estados Unidos ya ha dado una seria advertencia al gobierno panameño de que, si no se resuelve la situación de los inmigrantes ilegales que llegan a nuestro país, seremos sujetos de severas sanciones comerciales que afectarán al desarrollo económico del istmo.
Otro terrible panorama ya alertado por Washington sobre lo que ocurre en Panamá es el elevado interés de algunos promotores del sexo en la pornografía infantil, que fue un serio problema en Costa Rica.
Ahora, ante la incapacidad de las autoridades panameñas para enfrentar el problema migratorio y la criminalidad, los delincuentes se aprovechan de la inocencia de los niños y las adolescentes para explotar su cuerpo con fines lucrativos.
En vez de negar el firme, lo que debe hacer el gobierno de Panamá es reforzar los controles migratorios y acabar con la red de prostitución que afecta tanto a nuestra juventud y a los ilegales.