P arece mentira que ya han pasado veintiún años de su desaparición física. A veces me parece verlo en un anciano delgado, blanco, que camina con paso lento. No niego que una o dos veces me le he acercado a ese señor, tratando de ver si se parece a mi padre.
Es que yo creo que los seres humanos tenemos un doble. Pero nunca he encontrado al de mi padre.
Tengo que agradecerle a él que no nos abandonó nunca. Ahora veo mucha tristeza en algunos rostros juveniles, porque falta el padre en el hogar.
También le agradezco que me dejó seguir "con mis locuras" de querer cambiar al mundo... incluso a riesgo de mi propia vida.
Solamente una vez me dijo si "valía la pena" seguir con mi posición. Ocurrió cuando el rector del Instituto Nacional, profesor "Chachi" García puso un ultimátum:
"Si publicar otro escrito con tu nombre en los murales te expulso del colegio", dijo muy serio.
Le hablé a mi padre que decía la verdad al criticar a algunos profesores. Pero al final acepté que "no valía la pena" ser expulsado del colegio, faltando meses para graduarme.
(Eso me permitió entrar en el tortuoso mundo de la "clandestinidad", porque no dejé de escribir...)
Mi padre tenía ideas sencillas y precisas. Era super desconfiado. Ningún vendedor podía convencerlo con argucias. Los desarmaba con aquella frase publicitaria "¿dónde está la trampita?"
Me inculcó a no recibir dinero de sobornos por nada en el mundo. Decía que el trabajo honrado daba honor, no importa qué se hiciera.
El mismo fue ejemplo de esto. Cuando perdió su pequeña fortuna en un mal negocio, se arremangó la camisa y trabajó en oficios humildes. Nunca faltó el pan en la casa...
Siempre estaba tratando de inventar algo. Se lució con la promoción de las "uvas panameñas". Incluso hace semanas alguien me habló con entusiasmo de ese proyecto de mi padre. Logró hacer una parra enorme, vendió plantones de uvas por todas partes (y sacó algo de plata). Incluso dictó una charla sobre sus experiencias a técnicos agropecuarios. Cuando lo sorprendió la muerte, ya había hecho vino con sus pequeñas uvas. Cuando se fue pudo apreciar que sus hijos eran personas de bien y estaban encarrilados en la vida. Y yo no me convertí en "un rebelde sin causa".