Colón Hernández es un hombre de mucha inventiva para hacer negocios y gracias a este ingenio ha logrado salir adelante en esta dura selva de cemento.
"Mire, soy el inventor de esta cosa", afirmó tranquilamente haciendo maniobras marinas con los buzos de plástico que navegan en su pequeña piscina ubicada sobre una pequeña mesa.
Este veterano "ejecutivo" del comercio informal, residente en El Chorrillo, es considerado por sus colegas buhoneros de la Avenida Central y Calidonia, como uno de los pioneros de estos menesteres. Cuerda tras cuerda
Los precios de cada uno de los juguetes que los niños y adultos que pasan por esta zona comercial se quedan mirando con atención, oscilan entre los 50 y 75 centavos.
Las tortugas, los peces y buzos de plásticos se mueven con rapidez en la pequeña piscina, luego que el hábil buhonero les da cuerda hasta su máxima potencia.
Según refirió el decano de los informales, su horario de trabajo frecuentemente dura un promedio de 8 a 10 horas, dependiendo del movimiento comercial y de los días. Si es quincena o fin de semana se queda más tiempo, los otros días se retira temprano.
Como un hombre de negocios observador, los días miércoles y domingos, que juega la lotería, sabe que no hay muchas ventas y prefiere quedarse en casa dedicándose a labores domésticas.Cuatro décadas
A mediados de los '60, cuando apenas había superado los 20 años, se lanzó al ruedo vendiendo carne asada entre el estruendo de los "Diablos Rojos" y la bulla de los transeúntes que venían de todos los rincones a comprar en los almacenes.
"Eran otros tiempos. Recuerdo que los militares estadounidenses llenaban las calles y los comercios. La ciudad era pequeña y los únicos almacenes se encontraban en Calidonia y la Avenida Central; no existían los grandes centros comerciales de hoy", rememoró.
Después de incursionar por diferentes rubros de la economía informal, Hernández decidió hacer trabajar su inventiva que lo llevó a crear su nuevo negocio de juguetes nadadores.