En un mundo que por el prodigio de las comunicaciones se ha hecho abarcable, ya no se pueden escamotear las tropelías cometidas por los poderosos en la ejecución de sus designios de conquista y de dominio.
El auténtico progreso se asienta en la justicia social. Cualquier crecimiento económico, amparado en la fuerza de las armas, el control de las fuentes de riqueza y de sus canales de distribución, será causa de sufrimiento e infelicidad para la inmensa mayoría de la humanidad.
Después de la desintegración de la URSS, y desaparecidos los focos comunistas que sirvieron para tratar de justificar dictaduras atroces en Latinoamérica, África y Asia, se hizo necesario crear nuevos fantasmas para alancearlos en nombre del orden establecido que exigía súbditos en lugar de ciudadanos.
Más de 40 conflictos, que produjeron millones de víctimas civiles, se han sucedido después de la Segunda Guerra Mundial y actualmente existen más de treinta de los que sólo tres pueden calificarse de internacionales: Palestina-Israel, Irak y Afganistán.
Ante nuestros ojos se suceden bombardeos y razias cuyo paradigma son los "asesinatos selectivos" en Palestina y el exterminio de poblaciones civiles en Oriente Medio y Asia Central con el único objeto de garantizar el control de las reservas de recursos energéticos por parte de las potencias que actúan bajo el oligopolio de esa oscura plutocracia.
La osadía ha llegado a extremos inverosímiles. Se han conculcado derechos fundamentales, seguridad jurídica, libertades y la soberanía de los pueblos pretextando una falsa guerra ideológica cuando sólo se trata de una política de conquista y de dominio.
No es posible que todo esté perdido, no es posible que prevalezca la fuerza bruta sobre la razón, no es posible que las conquistas de una humanidad en marcha queden a los pies de los caballos de fanáticos que pretenden monopolizar el orden natural de los pueblos.
Porque ahora sí que corremos peligro de que la catástrofe no alumbre un orden nuevo sino que destruya las legítimas esperanzas de la humanidad. Porque siempre será legítima la rebelión contra el tirano, aunque este se oculte bajo el tabú de los "mercados financieros".