En 1996, el Gobierno de Panamá elaboró a un costo de 2.7 millones de balboas, el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano del Pacífico y del Atlántico, una herramienta que orientaría el crecimiento de las ciudades de Panamá y Colón hasta el año 2025.
En ese estudio, como parte del contenido, aparece el Sistema de Espacios Abiertos, por sus siglas SEA.
A los SEA se les atribuyó, entonces, las funciones de preservar los bosques maduros, los humedales, lagos, manglares y vistas panorámicas, promover la creación y mantenimiento de un ambiente urbano limpio, sano, y libre de contaminación, proveer áreas verdes y espacio libre para la recreación y promover la integración de las áreas revertidas a las áreas metropolitanas.
¿Cuánto se ha avanzado en la implementación de esas acciones? Uno de los componentes más importantes de los SEA son los llamados bosques de galería, definidos como franjas silvestres que bordean los principales ríos, quebradas o cauces de desagües que cruzan la trama urbana.
A estos bosques se les atribuye la importancia de resguardar los ríos, quebradas y cauces de desagües de posibles impactos nocivos causados por la actividad urbana adyacente y respaldar la calidad paisajista de parques distritales que puedan localizarse aledaños a ellos.
El mismo estudio recomienda una servidumbre de cien metros a cada lado de los ríos como ancho de los bosques de galería que pueden ser de propiedad pública o privada.
Desafortunadamente, pocos en el territorio nacional cumplen con esas especificaciones y, por el contrario, el espacio urbano se ha convertido en un campo de batalla donde cada quién lucha por sumar a su beneficio cada pulgada de suelo, destruyendo o sepultando cuanto recurso hídrico y forestal se interponga a su paso.