El pasado fin de semana, tuve la oportunidad de ir a Portobelo. Desde hace nueve años, se está desarrollando un prometedor programa artístico cultural entre estudiantes de arte de los Estados Unidos y artistas del área. Es una actividad producto de una sacrificada alianza entre dos panameños, el doctor Arturo Lindsay, profesor universitario radicado muchos años en el país norteño y la internacionalmente reconocida fotógrafa y artista, Sandra Eleta.
Los estudiantes y profesores norteamericanos, conviven durante tres intensas semanas con los artistas de Portobelo, digiriendo no sólo las comidas costeñas, la tupida vegetación tropical, su cultura, su historia y sus bailes, sino, que aprenden a respetar los valores tan distintos para ellos, como los del hombre y de la mujer panameña.
El taller Portobelo, que ha recuperado en los últimos años, el entusiasmo que tenía en sus inicios. La experiencia con el Dr. Arturo Lindsay, ha significado el acceso a la técnica plástica de tal forma que para los artistas locales, encontraron en la pintura y el colage, una nueva forma de retener la imagen del baile Congo, de reproducir parte de la historia auténtica de los esclavos que ocuparon originalmente el área, en busca de la libertad.
Este taller, funciona en la planta baja de la casa de Sandra Eleta, madrina del pueblo, identificándose con sus problemas y ayudando a todos en lo posible. Es una casa muy conocida y particular, sus puertas siempre están abiertas. Todos son bienvenidos.
Los restos de los castillos y de la antigua Aduana, nos hablan del glorioso pasado que vivió Portobelo. Hoy parte de su pueblo parece haber encontrado en el arte, un nuevo y digno camino que les está significando a sus artistas, importantes ingresos económicos. Sus cuadros, que empezaron costando 35 ó 45 balboas, hoy no bajan de los 250. Pero, quizás lo más importante, han dado con una actividad que les ha reafirmado el orgullo de su cultura y de ser portobeleños.