A nosotros nos resulta algo difícil respirar el aire en estos últimos días. Está como pesado y el sol, tal pareciera que ya no alumbra con todo su fulgor. Será que yo solamente lo siento o realmente es de esta manera.
Lo cierto es que en medio de las infinidades de vicisitudes que rodean este insólito país, hace algunos días me ocurrió algo que nos dio a mí y a mi acompañante, nuevas ganas para continuar tratando de enderezar este país.
Por cuestiones que en este momento no vale la pena mencionar el vehículo donde viajábamos sufrió un desperfecto. Eran ya casi las 9 de la noche. El brumm de los carros nos aturdía, empezaba a llover y la gente... bueno, la gente sólo miraba y miraba. De pronto un hombre muy sencillo, camina hacia nosotros, saca una peinilla de su bolsillo trasero y se peina rápidamente. Pasa de largo, pero se vuelve hacia atrás y pregunta si necesitábamos ayuda. No sé qué chanchullo hizo pero arregló el armatoste.
¿Podremos hacer todos esto? ¿Dejaremos nuestras obligaciones y cansancio cotidiano para auxiliar a un hermano en la calle, en el hospital o en su casa? Más aún ¿a alguien que ni siquiera conocemos? Recuerdo que el cansancio de su mirada se reflejaba claramente, le propuse que lo llevaría a su casa, Paso Blanco de Pacora, ese era el lugar donde vivía. Bueno con todo lo que me ayudó no le iba a negar el "bote".
Lo más curioso, con voz fuerte, desde el asiento trasero me dijo: "déjeme aquí, tengo que comprar la comida que tengo que cocinarle a mis hijos". Una persona tan completa como él son las que le faltan a Panamá, gente que tienda la mano sin esperar nada, que se preocupe para que todos y todas andemos bien por el camino de la vida en vez de estar metido en la vida ajena, prestar atención a las necesidades de los demás.
Creo que llegó la hora de que despertemos y razonemos. La solución a muchos de los problemas que tenemos en nuestra sociedad, nace de la solidaridad nuestra. Cultivemos ese sentimiento en nuestro insensible corazón, veremos cómo todo se aclarará de la manera más fácil. Salvémonos juntos, que un gran navío es más difícil de hundir, que miles de balsitas en el inmenso mar. |