Los polluelos abandonan el nido cuando ya le va saliendo plumaje y cuando ya han practicado el volar. Muy pocas aves se quedan en el nido esperando a que su mamá le siga trayendo la lombriz en el piquito.
La naturaleza fue diseñada para que esta faceta se cumpla, sin embargo, existen algunos seres humanos que se mantienen pegado a la teta de su madre exprimiendo leche maternal que ya no existe, siempre esperanzados a que ésta le ayude en su trabajo, en la universidad e, inclusive, en sus primeros años de vida matrimonial.
"Mamitis", dicen que le llaman. Pero también podríamos definirlo como la relación interpersonal entre madre e hijo que dura eternamente. Este apego a lo materno va proyectando poco a poco en los centros de trabajo conductas infantiles que no cuajan con los sistemas laborales, donde trabajan "gente grande".
Dicen las abuelas que antes la gente se casaba muy temprano. A los 18 años de edad, ya no era -en ese entonces- para estar pensando en la cómica, ni la lucha libre, ni en el juego de la lata, pues habían que pensar en cosas mucho más serias como por ejemplo "¿qué comerán mis cinco hijos?".
En la actualidad, jóvenes de 18 a 21 años sólo piensan en la famosa lucha libre de la WWE, en el internet, en play station y otros juegos ultramodernos. Ellos andan en el limbo y no cuidan sus trabajos porque dirán: "¡ah!, que bestia. Si me botan, tengo a mi mamá".
La juventud debe trazarse metas con fecha de cumpleaños. El amor a la madre es maravillo. Ese ser es lo más hermoso que existe, pero a los 18 ó 20 años no es para recibir dinero o ayuda de la vieja. Al contrario, es para dar respaldo a la madre que nos crió y nos educó. Ahora nos toca a nosotros. |