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Sin embargo, no soy nadie sin tecnología

Redacción | Crítica en Línea

No hay duda: los teléfonos celulares, así como la señal de TV por cable, los televisores de Alta Definición y el Internet son inventos maravillosos. Nos conectan mejor con el resto del mundo, nos facilitan hasta cierto punto la vida, nos ahorran tiempo, y de paso nos dan razones para alardear a nuestros vecinos cuando tenemos"juguete nuevo".

Pero en cierta medida también nos han mal acostumbrado, al punto que muchos nos sentimos inútiles y desamparados sin ellos. Hay personas que son esclavas de la tecnología, igual que un drogadicto es esclavo de la cocaína.

No solo son dependientes, sino que están dispuestos a quedar en la ruina por poseer estos tesoros tecnológicos.

Por ahí vemos a unos que les dan ataques de ira cuando por error se les queda el celular en casa. ¿Acaso ya se eliminaron los teléfonos fijos o los teléfonos públicos? Ahí se pueden realizar todas las llamadas que quieran.

Hay jóvenes para los cuales ser apartados de una computadora con Internet durante más de 24 horas es como ser sometidos a las torturas de la prisión de Guantánamo.

Eso es porque están obsesionados con el chat por Internet, y por la mensajería de texto de los celulares.

Este fenómeno de dependencia de la tecnología puede explicarse en parte por el poder de la publicidad y la mercadotecnia.

A través de diversos medios se nos bombardea incesantemente con comerciales sobre el último teléfono celular con pantalla táctil y con sus mil funciones. El mensaje nos convence de que"hay que tenerlo" sin importar el costo. A fuerza de repetir el mensaje, el artículo se convierte en un indicador de status, más que una herramienta de trabajo o un aparato para el entretenimiento. Más nos vale que lo poseamos, porque de lo contrario no somos nadie.

¿Cómo la gente vivía antes de que existieran los hornos de microondas, y las herramientas de comunicación electrónicas? Igual que ahora. Solo que hoy estamos convencidos de que no podríamos vivir sin nuestros aparatos. Pero no es cierto.

De hecho, sería bueno que de vez en cuando, cuando tomamos unas vacaciones, nos"desconectáramos" del mundo. Podrá darse cuenta de que todos esos artefactos no son tan imprescindibles como usted pensaba. Tal vez comiencen a cambiar un poco sus costumbres. Tal vez lea más libros, tal vez comience a hacer más ejercicios físicos. Tal vez aprenda a cocinar en vez de hacer todo en microondas.

Y SEGURAMENTE, SE AHORRARA BUENA CANTIDAD DE BILLETES.
En estos tiempos, en que estamos invadidos por la tecnología y la máquina de mercadotecnia que la acompaña, la palabra clave es moderación. No se deje controlar por la tecnología. Al final, a los únicos que les conviene que usted se exceda en minutos de celular y en mensajes de texto, así como en compras de películas de pague por ver en el cable, es su proveedor.



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